miércoles, 30 de diciembre de 2020

Explorando Nuevo Baztán.




Situado en el sudeste de la Comunidad de Madrid y recientemente nombrado uno de los pueblos más bonitos de España, Nuevo Baztán es una localidad singular. Esta singularidad se la confiere su origen como pueblo industrial, perfectamente planificado desde cero, en un lugar en el que no había previamente ningún asentamiento. Su fundación se remonta a principios del siglo XVIII, cuando Juan de Goyeneche, un industrial procedente del valle navarro de Baztán, se decidió por este emplazamiento para construir una serie de fábricas y las viviendas de los obreros que en estas trabajarían, dando origen a este poblado industrial. Para su construcción contrató a uno de los mejores arquitectos de la época, José Benito de Churriguera.


En el conjunto urbano destacan el palacio de Goyeneche y la iglesia  de San Francisco Javier, también son destacables la plaza de dicha iglesia, el ayuntamiento y las antiguas casas del pueblo. Se convirtió, tras su fundación, en el complejo industrial más avanzado de su tiempo, imitando el estilo de la Francia de Luis XVI.

Por desgracia el proyecto de Goyeneche sobrevivió poco tiempo a su autor, sin embargo, a pesar de su decadencia, quedó este espléndido trazado urbano como testigo de la voluntad y el genio de unos pocos que se atrevieron a iniciar un progreso industrial en una época decadente, quedando como testigo de esa época 300 años después. 

Estatua de Goyeneche
Estatua de Juan de Goyeneche.

El conjunto urbano se articula en torno a tres plazas, la más importante es la plaza de la iglesia, en esta encontramos el Palacio de Goyeneche y la iglesia de San Francisco Javier. La fachada del palacio presenta una imagen monumental sobria y austera para su estilo barroco. Fue diseñado por José de Churriguera, autor del estilo churrigueresco, quien se apartó de las pautas arquitectónicas de esta corriente, más recargadas, para imprimir al conjunto un aire austero, con notables influencias herrerianas. La fachada de la iglesia está anexa la palacio y es de un estilo barroco más clásico. 




Destacan en el interior de la iglesia el retablo de Churriguera y una exposición de figuras talladas en colmillo de elefante que se pueden observar en una vitrina en uno de sus laterales. 




En la plaza de la iglesia tenemos unos pinos que han sido declarados árboles singulares de la Comunidad de Madrid, debido a su altura y antigüedad. Además de estos, hay también un Olmo, cerca de la gasolinera situada a corta distancia de la Plaza, es el único ejemplar superviviente de una hilera de olmos que se plantaron en la fundación de la localidad. En Nuevo Baztán, los olmos llegaron a ser tan grandes y de tal espesor su copa, que formaban un túnel al juntarse los árboles de uno y otro lado de la vía. Esto provocaba que el viajero caminara por este túnel vegetal de sombra y frescor y que, justo a la entrada del Palacio, se abriera la luz y quedara patente el esplendor del complejo. Esto fue así hasta los años 70-80, momento en el que una plaga de grafitosis, procedente de Asia,  atacó todos los olmos de Nuevo Baztán, como ocurrió en toda Europa. Este que queda hoy en pie es el único superviviente de dicha plaga, fue afectado, pero se recuperó. Forma parte del catálogo de árboles singulares de la Comunidad de Madrid.




Contigua a la Plaza de la iglesia se encuentra la plaza del secreto o del mercado, lugar donde se celebraba este, y en su origen porticada en uno de sus lados, donde aún podemos apreciar las basas de las columnas, que al ser de madera, no se han conservado. Un arco situado en una de sus esquinas se abre a otra plaza, la plaza de las fiestas, era el lugar de los festejos como corridas de toros, teatros... Esta plaza ha sido plató de muchas películas, ya que por sus características lo mismo podría imitar a la Francia del siglo XVIII como al Méjico colonial. 



En otro de los lados del Palacio encontramos el centro de interpretación, donde explican la historia de la fundación de la localidad en un audiovisual, está situado en unos antiguos almacenes de paños y bodegas. En el interior del palacio se encuentra la oficina de turismo, desde donde organizan visitas guiadas, ahora restringidas en grupos muy limitados con motivo del Covid, por lo que los fines de semana es complicado conseguir una plaza. La visita guiada es la única forma de acceder al interior del palacio. La iglesia se puede visitar en la visita guiada o en las horas previas al culto. 

Saliendo de la Plaza del Palacio por la calle del Palacio llegamos a la Plaza de la Cebada, lugar en el que vivían los agricultores y se guardaban los aperos de labranza. A medida que nos alejamos de la Plaza del Palacio, las casas pasan de tener doble altura y balconadas a ser más modestas, esto indicaba  que los trabajadores más importantes y especializados se alojaban cerca del palacio y cuanto más lejos de este menor era su cualificación así como el tamaño y calidad de sus viviendas. 

La localidad cuenta con algunos restaurantes donde se puede degustar una cocina típicamente castellana, con migas, sopas de ajo, cocido madrileño, sin olvidar las carnes a la brasa o asados castellanos. 

Para los amantes del senderismo existen una serie de rutas que parten de la localidad, que al estar situada en la conocida como Alcarria madrileña, atraviesan un paisaje singular. La senda de Valmores es la primera opción. Se trata de un camino circular, de trazado suave y con escasos desniveles. Son unos 7 kilómetros, el terreno se caracteriza por amplios páramos o alcarrias de cima, que encontraremos entre los valles que los rios Henares, Tajuña y Jarama, han horadado. La segunda recomendación es la Senda Galiana, vía pecuaria histórica que ha servido de ruta de trashumancia desde los tiempos de la Mesta. 

A cuatro kilómetros de Nuevo Baztán se encuentra la localidad de Olmeda de las Fuentes, conocido también como el pueblo de los pintores, por la gran cantidad de pintores que han elegido esta pintoresca localidad para residir. Se trata de un bonito pueblo de estilo andaluz, con sus calles empinadas y fachadas blancas que constituye una bonita visita para completar la excursión a esta zona. 






domingo, 13 de diciembre de 2020

Secretos de Jaén. II. Mogón como puerta de la Sierra de Cazorla, Segura y las Villas.




 La Sierra de Cazorla es uno de los parajes más conocidos de la provincia de Jaén, dada su belleza y las muchas rutas que aquí se pueden hacer para disfrute de la naturaleza y de sus tesoros. Es por ello que siendo nosotros residentes de esta provincia, la hemos explorado en numerosas ocasiones. Hoy queremos hacer una aproximación diferente, visitar unos lugares situados dentro del parque natural o en sus inmediaciones, pero desde la localidad de Mogón. 

Llegamos a esta localidad desde el desvío de Villacarillo, en la A-32. Una vez llegamos a Mogón cruzamos el puente sobre el Guadalquivir y nos  encontramos un cruce, el desvío de la derecha indica el embalse de Aguascebas, y si tomamos esa carretera llegaremos al embalse y podemos seguir hasta el interior de la Sierra de Cazorla. Dejaremos pasar este desvío por el momento. Nos dirigimos pues hacia el centro del pueblo y vemos la indicación del paraje de la Osera. Este paraje conduce hasta un salto de agua bastante bonito. Como el otoño está siendo bastante seco, pensamos que la cascada no estará muy espectacular, por lo que decidimos proseguir hacia nuestro objetivo de la mañana, que es el conocido como Charco azul y Puente Toba. 

Paisaje camino del Charco Azul.


Al entrar en Mogón cruzaréis un nuevo puente sobre el río, en esta zona hay una piscina natural que en verano está bastante concurrida, obviamente ahora no había nadie. También hay un par de bares con terraza bastante animados, nosotros preferimos dar de lado al pueblo y proseguir hacia el Charco. 

El Charco Azul es un paraje difícil de encontrar si no se va con alguien que lo conozca, ya que no está señalizado. Hemos hecho una investigación en internet y como resultado vemos que la forma más fácil de llegar es partiendo de una zona conocida como Molino de Bardazoso. Esta zona se puede localizar en Google maps, como Bardazoso,  desde Mogón sale una pista de tierra en bastante buen estado, aunque recomiendo recorrerla en todocamino o todoterreno, ya que los últimos kilómetros tienen algunos baches. 

Después de todo esto tengo que decir que a pesar de seguir todas las indicaciones no  conseguimos llegar al famoso Charco Azul, pero si encontramos algo por lo que el viaje mereció la pena, os explico las dificultades encontradas. 

Cuando llegamos hasta el Molino de Bardazoso paramos el coche unos metros antes de acceder al carril que sube hacia el molino, que en realidad son un grupo de casas. En este punto hay un arroyo que se llama Arroyo Cuadrado. Subimos andando hacia las casas porque vimos a un señor trabajando en el campo y le preguntamos por el camino a seguir, con la idea de ir andando desde este punto, ya que en internet habíamos leído que desde aquí son cuatro kilómetros de sendero. El señor nos aconseja descender en coche hasta donde podamos y seguir el curso del río Aguascebas grande hacia arriba, y ahí es donde creo que cometimos el error. Comprobando mapas a posteriori creo debíamos haber tomado  el camino que baja paralelo al Arroyo cuadrado, y desde aquí buscar el punto donde se junta con el río Aguascebas Grande. Esto que sobre el mapa parece fácil, os daréis cuenta sobre el terreno que no lo es tanto, el camino se pierde entre olivos, y seguir el curso del río es complicado, puesto que no se puede transitar por la orilla dado lo salvaje de la vegetación. 




Nosostros sin embargo tomamos otro camino que desciende hacia el río pero al otro lado del Arroyo Cuadrado, aparcamos cerca de unas casas rurales con piscina y seguimos un sendero entre olivos que desciende hasta el río.




 El sendero no es complicado de seguir, hasta que llega un punto en el que se hace más estrecho, apenas un hilo al borde del camino, sin ser peligroso, para ampliarse de nuevo. Llegamos siguiendo el río hasta un punto en el que no pudimos continuar, ya que el camino estaba cortado por el surco que hace el arroyo Cuadrado al juntarse con el Aguascebas, y aquí descubrimos unas escaleras labradas en la tierra que descienden hacia el río y que nos llevaron hasta una preciosa poza de agua. En ese momento pensamos que era el Charco Azul, dado lo bonito del lugar, aunque es difícil de explorar sin calzado para meterse en el agua y cruzar al otro lado.





Estuvimos por allí un rato y aprovechamos para comer, para luego volver sobre nuestros pasos. Después descubrimos que este lugar es el conocido como Puente Toba. Nosotros solo pudimos explorarlo desde fuera, ya que el agua estaba helada y no teníamos intención de mojarnos más de lo necesario, pero en pleno verano una exploración acuática por debajo de este puente permite disfrutar de unas bonitas oquedades bajo el agua que son las que le dan el nombre. Para explorarlo de esta manera es necesario ir preparado ya que el río lleva bastante corriente, está oscuro y hay zonas en las que no se hace pie. 

Analizando después el recorrido con Google maps y el satélite, he visto que podíamos haber seguido desde este punto el arroyo cuadrado hacia arriba y buscar un sitio para poder cruzarlo, y seguir un poco más el curso del río hacia arriba, ya que el Charco Azul no se encuentra muy lejos de esta zona. 


Tras esta aventura volvemos a Mogón para tomar la carretera que lleva al Pantano de Aguascebas. Esta carretera se adentra en la sierra y nos ofrece un paisaje muy bonito antes de llegar al pantano, con senderos para explorar la sierra y zonas para hacer picnic. Hay un área recreativa también, un poco antes de llegar a la presa del pantano. Es una zona bastante interesante para explorar, ya que no está tan concurrida como la parte de la Sierra a la que se accede desde Cazorla. 




Después del pasear por la presa del Aguascebas y conocer un poco sus inmediaciones nos volvemos a casa. Sin duda la experiencia nos ha gustado y volveremos con las indicaciones más precisas para encontrar este bonito paraje.

domingo, 18 de octubre de 2020

Secretos de Jaén. Paraje de Cuadros.





Visitamos en esta ocasión un lugar que nos queda cerca de casa, que ya hemos visitado en anteriores ocasiones, pero que nos deparaba una sorpresa que desconocíamos. Hablo de uno de esos lugares poco conocidos en la provincia de Jaén, en la que son muchos sus rincones secretos. 

La visita surgió a raíz de la publicación en el muro de Facebook, de una amiga, de una ruta en la que vimos una bonita cueva que nos llamó la atención. Al preguntarle me indicó que la cueva estaba en Bedmar, en el paraje conocido como Cuadros. Ya conocíamos esta zona puesto que hay una adelfar bastante famoso junto un área recreativa del rio Cuadros, en la que hemos estado en un par de ocasiones, pero nos sorprendió no saber de la existencia de esa cueva. Esta era, por tanto, el primer objetivo del día. 

Para llegar hasta aquí hay que tomar dirección Bedmar, y nada más entrar en el pueblo, encontraremos un semáforo y justo a la izquierda una carretera que es la que nos conducirá hasta Cuadros. En el momento de nuestra visita la carretera estaba en obras para aumentar su ancho, pero era fácil de recorrer, con alguna parada momentánea por el desarrollo de las obras. Siguiendo la carretera llegamos a un punto donde puedes seguir hasta el área recreativa y el Adelfar, o cruzar un puente y tomar dirección hacia la Ermita de Cuadros. Siguiendo este camino llegamos a una zona con bastante sombra donde decidimos aparcar. 

Desde esta zona, pasando una bonita fuente, parten unas escaleras para bajar a la cueva. Para descubrir los secretos de esta cueva hay que mojarse, literalmente. Nosotros no íbamos provistos de chanclas de río, calzado ideal en este momento, por lo que optamos por quitarnos las zapatillas y entrar descalzos. La profundidad no es mucha, podréis pasar fácilmente sin mojaros más allá de media pierna. Y así, despacito, caminando por el rio y entre las rocas, intentando no escurrirnos, pisando piedras, que no es muy agradable, llegamos en un cortito paseo al secreto que esconde la cueva, una bonita cascada en la que el agua entra en ella y que no podréis ver si no os mojáis los pies, y creedme si os digo que merece la pena mojarse. La sensación dentro de la cueva es bastante fresca, cuando fuera en septiembre aún hacía calor, pero la temperatura del agua, siendo fresca, no es desagradable. 






Desde la cueva nos llama la atención una casa que está justo al borde, como colgada del abismo. Al volver a subir al camino proseguimos ese para encontrarnos con esta casa. Esta construcción es el Molino de Batán, construido por D. Luis de la Cueva y Benavides, segundo señor de la Villa de Bedmar. Se trataba de un molino hidráulico de rodezno, restaurado que aún se puede contemplar. En el frontal del cubo del citado molino se puede apreciar el escudo de armas más completo de la familia de la Cueva. 

Volvemos hasta el aparcamiento y tomamos el camino que asciende hasta la ermita. Está situada en un bello recinto, con una bonita fuente, muchas plantas y macetas que le dan frescor y colorido al lugar. Hay también debajo un hotel rural, que en el momento de nuestra visita estaba cerrado, y un kiosco de bebidas con una agradable terraza, también cerrada cuando llegamos. 




Desde el patio de la ermita se puede admirar una bonita vista de Sierra Mágina. La Virgen de Cuadros ha tenido y tiene, desde mediados del S XV, una gran devoción por los lugareños de Mágina. La ermita fue edificada en el siglo XVII sobre un anterior santuario. La imagen de la Virgen de Cuadros  fue destruida en 1936, siendo la actual  de 1939, aunque se mantiene  original el niño Jesús. 

Por encima de la ermita se yergue vigilante un torreón árabe, de forma cilíndrica, estrechas saeteras y mampostería regular de unos 12 metros de altura. 

Después de visitar la ermita optamos por no subir al torreón y en su lugar tomar el coche e ir hacia el área recreativa para recorrer el Adelfar del rio Cuadros. Es este uno de los adelfales de mayor tamaño e importancia de la Península Ibérica. En su recorrido, siguiendo el curso de río Cuadros, vamos pasando bajo la bóveda que tejen con sus ramas las adelfas, creando un recorrido lleno de sombras en el que la luz lucha por penetrar entre el ramaje entretejido para evitarlo. 

Además de las adelfas hay otras especies asociadas al curso del agua, como las higueras, el álamo blanco, el álamo negro y tarajes de gran porte. Más allá de la franja del adelfal aparecen pinos carrascos, retamas, lentiscos y cornicabras.




Hay también en esta zona muchas mesas y sillas de piedra en las que se puede hacer un picnic aprovechando la frescura del paraje. Cruzando un puente se sale del Adelfal hacia una zona recreativa más amplia donde hay también barbacoas. Si preferís seguir el camino del adelfar hasta el final, este acaba en una construcción de madera que llega a un fondo sin salida desde el que hay que regresar, este punto es el nacimiento del río Cuadros. Un agradable y fresco paseo para huir del caluroso estío jiennense aprovechando la frescura del agua. 

sábado, 12 de septiembre de 2020

De Pesués a Pechón. Recorrido entre dos rías.


Hoy vamos a realizar un recorrido cuyo atractivo principal es el paisaje y la naturaleza, y este atractivo es enorme. 

En nuestra estancia en la parte oriental de Asturias vamos a hacer una pequeña incursión en una bonita zona de la vecina Cantabria. En ella la comunicación entre el mar y la tierra es máxima, en forma de dos rías que se adentran en esa tierra que las recoge y aprovecha ese agua para crear paisajes maravillosos.

Partimos de la localidad de Colombres en dirección Pesués, donde vamos a hacer una primera parada en uno de los puentes que cruzan la ría de Tina Menor, un lugar que nos había llamado la atención desde la autovía el día de nuestra llegada a Asturias. El paisaje de las rías cambia mucho con las mareas, en esta ocasión da igual si la marea está alta o baja, en ambos casos el lugar merece la contemplación. 


Después de esta parada seguimos la N-634 en dirección Santander, solo unos pocos kilómetros, para tomar un camino, mal señalizado, a la izquierda que nos conduce a la playa del Sable. Es esta una playa interior ,de ría, tranquila y con gran encanto, difícil de encontrar si no conoces la zona o no utilizas Google Maps. Es visitada sobre todo por lugareños. 



Después de ver esta playa volvemos a salir a la N-634, ahora en dirección Asturias, de nuevo hasta Pesués, para tomar la CA-380 en dirección Pechón. Es una carretera en ascenso en la cual a los pocos kilómetros encontramos un bonito mirador donde se puede admirar la Playa del Sable desde arriba y  el paisaje de la ría. 




Seguimos hasta llegar a Pechón y buscamos en Maps la dirección para llegar a la playa de Amio. Google maps nos manda por un camino en el que llegamos al acceso a la playa, pero en verano, al ser una carretera estrecha el acceso es en una sola dirección, y nosotros estamos en la salida. Decidimos aparcar el coche y dar un pequeño paseo hasta la playa. No es demasiada la distancia, apenas un par de kilómetros, pero la imprevisible meteorología del norte nos la juega y comienza a llover, bastante la verdad. Decidimos entonces volver al coche y tomar el otro camino en la dirección correcta para llegar al aparcamiento de la playa. Desde este hay una bonita vista de la playa desde arriba. En bajamar hay un entrante de arena que llega hasta una zona rocosa, cuando empieza a subir la marea el mar va cerrando este entrante desde ambos lados creando la sensación de que estás andando por un puente de arena en medio del mar.





Cuando llegamos a la playa estaba subiendo la marea, por lo que al recorrer esta zona mi sensación era que estaba andando en medio del mar, como Moisés en el Mar Rojo, y que en cualquier momento se me cerraría y me tragaría, vale no del todo que la profundidad no era mucha, pero la imaginación al poder. 




Después de un rato disfrutando la playita y tomando fotografías, nos vamos a dar una vuelta por la zona y la sorpresa es que llegamos, después de un corto recorrido, al lugar desde el que nos habíamos dado la vuelta obligados por la lluvia. Es lo que tiene no conocer las cosas, en cualquier caso ambos paseos nos permitieron conocer bastante esta zona tan bonita. 




Proseguimos camino haciendo una ruta circular por esta carretera CA-380, saliendo de Pechón en dirección Unquera/Bustio, lo que nos permite disfrutar del bonito paisaje ahora ofrecido por la otra ría, la ría de Tina Mayor. Desde ella se puede admirar la playa de Pechón, la ría y la desembocadura en esta del rio Deva. 

Llegamos hasta Unquera, solo separada de Bustio por el río Deva, hasta el punto que es difícil distinguir una localidad de otra, y después de un paseo y tomar algunas imágenes, desde sus puentes, tomamos la carretera que parte de Bustio hacia Colombres, que será el fin de este trayecto y donde aprovecharemos para comer y pasar la tarde visitando sus casas indianas. Pero esa es otra historia que os contaré otro día. 

Unquera y Bustio, separadas por el rio Deva.




Bustio
Bustio.


martes, 8 de septiembre de 2020

Playa de la Franca. Oriente asturiano.






Es la primera o la última playa de la costa asturiana, según la dirección, pero en cualquier caso es una visita imprescindible, tanto por su belleza como por los secretos que esconde. 
 
Se sitúa a corta distancia de la localidad de La Franca, con la que comparte el nombre. Tiene acceso señalizado en la N-634 entre las localidades de Santiuste y La Franca. Si se circula en dirección Llanes-Ribadedeva hay que poner atención en suavizar la velocidad a partir de Buelna, ya que el desvío aparece de repente en una curva muy cerrada y obliga a hacer un giro brusco. Una vez tomado dicho ramal, se recorre un kilómetro hasta llegar a ella. Es una playa que dispone de servicios como aparcamientos, restaurante y hostelería, pero a una distancia suficiente para no romper su belleza salvaje y el encanto de su entorno. El acceso es sencillo lo que favorece su alta ocupación, aunque no está masificada. Tiene una gran tradición turística ya desde el siglo XIX, cuando disponía de un balneario marítimo.

Situada en la desembocadura del río Cabra, es el límite costero entre Llanes y Ribadedeva. La Franca es una playa con forma triangular, de arena blanca y oleaje moderado. En bajamar conecta con otras calas como El Oso, El Viveru y Regorgueru.   En el centro del arenal se encuentra el islote de El Castrón, refugio habitual de gaviotas.



 
Es la playa más oriental de Asturias, y su nombre parece derivar de la Edad Media. En aquel tiempo, en los puertos de Llanes y San Vicente las mercancías debían desembarcarse obligatoriamente cinco leguas al este y oeste. La Franca, por quedar justo en medio de ambos y fuera de su radio de influencia, era aprovechada por mercaderes avispados que desembarcaban sus mercaderías “francas de alcábala”, es decir, libres de impuestos, con el consiguiente disgusto y protesta de los dos puertos.




Durante la pleamar se convierte en una auténtica piscina natural, siendo muy segura para el baño, para los niños e inmejorable para la práctica de deportes náuticos, pesca de roca y submarina. Con la bajamar se descubre un amplio arenal y se forman pequeñas calas ricas en pesca. Es también durante la bajamar cuando se abre el acceso a pie a las calas vecinas, como la playa del Oso,  o la del Regorgueru, otra playa natural de más difícil acceso. 






Este acceso también es posible atravesando una de las galerías que se abren en la montaña que la limitan en su margen derecha. Es un túnel de corto recorrido y fácil de seguir, con solo la ayuda de una pequeña linterna, aunque su salida estará cerrada por el agua en la pleamar.






La Playa está integrada en el Paisaje Protegido de la Costa Oriental. Los nueve kilómetros de costa , en su mayoría acantilados, del municipio de Ribadedeva se despliegan entre la propia playa y la ría de Tina Mayor, en la desembocadura del río Deva. Entre estos dos límites se encuentran La Punta la Cebollera y la de Santu Medé. La estribaciones orientales de la sierra de Cuera también forman parte de este Paisaje Protegido y conceden al paisaje de la playa un atractivo más.




sábado, 5 de septiembre de 2020

Buelna y la playa del Cobijero.


Os presentamos hoy un bello recorrido en la costa oriental de Asturias, descubriendo unos hermosos rincones que casi nos pasan desapercibidos, y es que hay tantas playas impresionantes en esta zona y tantas cosas que visitar que podemos pasar por alto fácilmente lugares tan bellos y especiales como los que os vamos a dar a conocer hoy.

Buelna es un pequeño pueblo de la costa oriental de Asturias situado entre la Sierra de la Borbolla y el mar. En su casco urbano encontramos un buen puñado de bellas casas tradicionales, con un segundo piso con balconadas de madera. En su rico patrimonio arquitectónico destacan la Iglesia de Santa María de Buelna, el palacio de Buelna, edificado en el siglo XVIII, la casa de Conceyu, hay además una capilla de ánimas y varios relojes de sol antiguos. Pero si por algo merece la pena acercarse hasta aquí, es por su patrimonio natural, del que destacamos dos lugares, la playa del Cobijeru y la playa de Buelna.






La playa del Cobijeru es una playa sin mar, del mismo estilo que la famosa Gulpiyuri, menos conocida y por tanto menos masificada y, en mi opinión,  más bonita que esta. Es una playa interior donde el mar se filtra desde los acantilados que la rodean, su belleza es por tanto mayor cuanta más agua tiene, es decir, en pleamar. Para llegar a ella seguimos las indicaciones del camino peatonal que sale desde el mismo pueblo de Buelna y pasa por delante de la entrada del Palacio de Buelna. Pasando por debajo del puente de la vía del tren, llegamos a una verja que atravesaremos, hay alguna más a lo largo del camino, tendréis que abrirla y cerrarla al pasar. El sendero atraviesa zonas de espesa vegetación y gran belleza. Una  de las que más me gustó es una gran boca de cueva que se abre en un claro al lado del camino y que no quisimos explorar más por falta de linterna, pero que nos llamó mucho la atención. 




La playa del Cobijeru está declarada monumento natural, el Cantábrico se bate a unos 100 metros y se cuela por debajo de los acantilados, dando lugar a este bello paraje. Sus aguas tienen una profundidad de apenas un metro y la playa tiene forma semicircular. 




En la parte derecha de la playa y tras una pequeña subida se localiza la entrada de la Cueva de Cobijeru, en la que encontramos una galería plagada de estalactitas y estalagmitas, que se puede recorrer sin dificultad (imprescindible linterna). Al final del recorrido la cueva se abre al mar con un pequeño lago interior que nos sorprende por los matices del agua, reflejando una gama de colores rojizos y verdes provocados por las algas incrustadas en las rocas del fondo. Para llegar allí hay que atravesar 150 metros de oscuridad. 

Al  volver a salir de la cueva,  encontramos un arco de piedra conocido como Puente Caballu, situado sobre acantilados encrespados y que se asoma a una gran cavidad en la que rompen con fuerza las olas, provocando un espectáculo impresionante.





Después de este agradable paseo, volvimos al pueblo para tomar otro sendero que, atravesando las vías del tren ahora por arriba, nos conduce después de unos diez minutos de recorrido, a la bonita playa de Buelna. Es esta una cala natural de gran belleza, con forma de canal, que en bajamar impide ver el mar desde el fondo de la arena. Buelna es una playa que pasa de 50 a 1.000 metros en función de las mareas y que está formada por arena blanca fina y rocas. Una de las más famosas es un pináculo calcáreo denominado El Picón. En sus inmediaciones se pueden visitar bufones.




Un bonito paseo que se puede alargar hasta conectar con la senda costera Buelna- Pendueles-Vidiago, que nosotros no realizamos por falta de tiempo.



jueves, 3 de septiembre de 2020

Cueva del Pindal. Arte paleolítico rodeado de la belleza de la Asturias más salvaje.

En la zona más oriental de Asturias, rodeada de un paraje espectacular,  se localiza la Cueva del Pindal. Cobija una de las más bellas muestras del arte Paleolítico de la región,  formado por un discreto grupo de representaciones animalísticas, entre las que destacan, por la rareza de este tipo de manifestaciones en la Cornisa Cantábrica, las figuras de un pez y de un mamut. A estos temas se unen otros de carácter simbólico cuyas interpretaciones aún siguen siendo un desafío.
 
La visita está muy restringida, en la actualidad, debido a las limitaciones por el Covid19, solo acceden cinco personas en cada turno, es necesaria reserva telefónica previa y es muy complicado conseguirla. A pesar de esto merece la pena acercarse hasta ella por la belleza del paisaje que la rodea, acantilados, la ermita de San Emeterio, el bosque... Hay que ir y disfrutar este entorno privilegiado aunque no sea posible acceder a su interior.


 
Vistas desde el acceso a la Cueva del Pindal.




Para acceder a la cueva partimos de la aldea del Peral, situada cerca del pueblo de Colombres y atravesada por la nacional N-634. De ella parte una carretera que asciende hasta la localidad de Pimiango, localidad que atravesaremos para proseguir camino hacia la cueva, en todo momento siguiendo las indicaciones que vamos encontrando. Antes de llegar hacia la cueva hay un bonito mirador, el mirador de Pimiango, con una vista privilegiada del mar y del valle. Después de la parada obligatoria en el mirador proseguimos camino hacia la cueva por una carretera que serpentea hacia abajo atravesando un bello paisaje. Hay un aparcamiento a escasos 50 metros del camino de acceso al centro de visitantes de la cueva y al prado de la Ermita de San Emeterio. A poca distancia del aparcamiento está  faro de San Emeterio, desgraciadamente no se puede acceder a él ya que está vallado. 

Desde el aparcamiento se desciende hasta el camino que conduce al centro de interpretación de la cueva, hay espacio para aparcar enfrente de este también, pero con pocas plazas. Lo primero que nos llama la atención es la bonita ermita de San Emeterio y el prado en el que se localiza. La ermita es anterior al s. XVIII, es sencilla y sus muros de piedra muestran los achaques propios de un lugar solitario y un poco abandonado, pese a que los monjes del antiguo y cercano monasterio de Santa María de Tina se ocuparon de ella durante cientos de años. La ermita sólo abandona su soledad a primeros de marzo, cuando se hace la romería de San Emeterio, que trae a la gente con ramos desde Pimiango. El resto del año, sus arcos escuchan el sonido del mar y no ven pasar más que a los pájaros y a los lugareños que van dando un paseo hasta los cercanos y fascinantes acantilados.





 
Desde la ermita surge un sendero, que atravesando un bello y salvaje bosque de pinos y eucaliptos, nos conduce al abandonado y semiderruido monasterio de Santa María de Tina, el paseo es espectacular y por momentos parece que estás atravesando una selva, dada la belleza y lo indómito de la vegetación. Las primeras referencias documentales al lugar aparecen datadas en el siglo XVI, aludiendo a su pertenencia a una abadía del siglo XI de Cervera de Pisuerga; aunque en la actualidad no quedan más que unas ruinas entre árboles, el lugar tiene sin duda un gran encanto.





Las actuales ruinas son de un templo del siglo XIII de estilo cisterciense. La puerta de entrada se abre en un muro opuesto a la cabecera y es también apuntada. Adosado a este muro, en el exterior a la derecha, queda lo que parece ser un horno. Dentro del perímetro de la nave se puede ver un sepulcro de piedra cuya lápida aparece tirada fuera.



Una imagen románica de la Virgen de Tina, que permaneció en la iglesia estando ya en ruinas y fue resguardada durante la Guerra Civil en las dependencias del faro de San Emeterio, se conserva en la iglesia parroquial de San Roque (Pimiango). Se trata de una talla de madera del siglo XII de la Virgen entronizada con Niño en el regazo.




 
De vuelta al prado de San Emeterio cogeremos otro pequeño sendero, bastante más corto y que desciende hasta la entrada de la Cueva del Pindal, entrada que se abre a unos impresionantes acantilados. 






 
Es sin duda la cueva y su entorno un lugar imprescindible para visitar en un viaje por la Asturias oriental y que no nos dejará indiferentes.