lunes, 22 de septiembre de 2025

Castillo de Miramar. Trieste.




El Castillo de Miramar es un precioso palacio localizado en la costa de la  ciudad  italiana de Trieste, situada en la parte nororiental de Italia, muy cerca de la frontera con Eslovenia. 

El Castillo  fue construido entre 1856 y 1860 como residencia del archiduque Maximiliano de Habsburgo y su esposa Carlota de Bélgica. Maximiliano era el cuñado de la famosa emperatriz Sisí y  hermano de Francisco José, el emperador austro-húngaro. La leyenda dice que durante una tempestad en el mar,  Maximiliano encontró auxilio en este tramo de costa, encantado por la belleza del lugar, decidió construir aquí este castillo.

Maximiliano no pudo disfrutar mucho de ese palacio, ya que tuvo el mal atino de aceptar una propuesta para ser emperador de México. No pintaba mucho allí por lo que se ve, ya que los sectores republicanos del país batallaron contra él y lo vencieron, siendo fusilado en 1867, por lo que poco pudo disfrutar esta hermosa residencia. Con el tiempo pasó a formar parte del patrimonio italiano. Se utilizó como residencia de altos cargos nazis durante la Segunda Guerra Mundial, pero afortunadamente ha podido llegar a nuestros días restaurado en su estado original y con muebles auténticos. La decoración de la planta baja es la misma de la época en la que era residencia del Emperador Maximiliano, lo que se logró gracias a un  reportaje fotográfico que se conservaba del palacio y a que los muebles y otros enseres se mantenían en propiedad de los herederos. 

En la planta baja, destinada al uso de Maximiliano y su esposa, Carlota de Bélgica, destacan el dormitorio y el despacho del archiduque. Estos reproducen respectivamente el camarote y la sala de oficiales de popa de la fragata Novara, el buque de guerra utilizado por Maximiliano cuando fue Comandante de la Marina para dar la vuelta al mundo entre 1857 y 1859. También encontramos la biblioteca, cuyas paredes están tapizadas de estanterías y las habitaciones de la Archiduquesa con sus tapices de seda celeste. Todas las habitaciones aún conservan los muebles, adornos, tapices y objetos originales que datan de mediados del siglo XIX. 



El primer piso incluye áreas de recepción de invitados y el Salón del Trono. Destacan los magníficos artesonados del techo y las paredes y los salones chinos y japoneses con su mobiliario oriental. No  repararon en gastos para su construcción, en su parte exterior hay un pequeño embarcadero adornado con una auténtica esfinge traída de Egipto. 







El palacio está rodeado de 22 hectáreas de jardines, cuya visita es gratuita, es uno de los más grandes de Italia septentrional,  fue creado  por el archiduque Maximiliano. Aquí han sido traídos árboles desde varias partes del mundo,  abetos de España, cedros del África del norte, cipreses y secuoyas de América, entre los otros. Todo el parque es una mezcla de jardín botánico, jardín de estilo italiano y de estilo inglés y queda enriquecido por esta increíble variedad de plantas.



En este jardín hay otra pequeña construcción, el Castelleto, que fue utilizado por los duques como residencia provisional hasta que finalizara la construcción del castillo. Muy cerca del Castelleto hay un mirador con una preciosa perspectiva del castillo. 




Este bonito edificio es visitable, se encuentra a poca distancia de la ciudad de Trieste y es posible llegar desde ella con transporte público, aunque nosotros lo hicimos en coche. A la llegada hay zonas de aparcamiento en la carretera de acceso y después un parking de pago. Nosotros llegamos temprano y había bastante sitio para aparcar en la zona gratuita, muy cerca de la entrada del parking. Desde aquí, hay un bonito paseo hacia el castillo. La entrada la compramos allí mismo, los adultos pagan 15 euros. los jóvenes  entre 18 y 25 años pagan 2 euros y los menores de 18 años entran gratis. La visita al interior merece la pena, ya que es un edificio muy bonito. 

La visita a los jardines es un imprescindible. En la carretera de acceso al castillo hay un par de restaurantes, pero no tuvimos ocasión de valorar su calidad ni precio, ya que nuestra visita la realizamos el día de vuelta de nuestro viaje por Eslovenia, en nuestro regreso al aeropuerto de Venecia. Este viaje os lo hemos relatado en una anterior entrada que podéis leer aquí.

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