sábado, 22 de agosto de 2020

Visitando unas salinas tierra adentro.




Fue un encuentro casual en nuestra ruta por la Alcarria, pero nos llamó poderosamente la atención, la existencia de unas salinas prácticamente en el centro de la Península Ibérica, tan lejos de cualquier costa. Son las Salinas de Imón, también llamadas del Río Salado, en la provincia de Guadalajara.

El Río Salado, antes denominado Gormellón, nace cerca de la localidad de Paredes de Sigüenza y desemboca en el Río Henares. Durante su curso atraviesa materiales muy solubles que cargan el agua de cloruro de sodio. Hace miles de años prácticamente la totalidad de la Península Ibérica se encontraba bajo el nivel del mar. Debido a esto se fueron depositando materiales como el cloruro de sodio, estos materiales son los que arrastra el Río Salado, llamado así por la composición salada de sus aguas. 



A unos 14 km de la bellísima Sigüenza encontramos Imón y en ella las salinas más importantes de la comarca de Atienza y de la provincia. Las Salinas de Imón fueron las de mayor producción de sal de la zona, son las de mayor tamaño, mejor construcción y, además, han llegado a nuestros días en mejor estado de conservación. Estas salinas fueron durante mucho tiempo las de mayor producción de España.

Se tiene referencia de ellas desde el siglo X. Los monarcas les sacaban provecho concediendo a nobles y personal eclesiástico alguno de sus beneficios. Alfonso VII, en 1139, concedió al obispado de Sigüenza su explotación. Carlos III recuperó la posesión de las salinas y comenzó su explotación a gran escala modernizando las instalaciones, en 1720. Amplió las infraestructuras con la construcción de grandes almacenes, artesas y canales que aún se mantienen en pie. La producción de sal en Imón cesó en el año 1996, aunque hasta el 2002 se mantuvo cierta actividad.  En la actualidad se conservan restos de la última cosecha en sus almacenes principales.


 


Las salinas constan de un conjunto de almacenes, situados en la zona central y de piscinas, estanques, recocederos y norias que se apoyan en una serie de canales y regueras que sirven de desagües para el agua sobrante. El conjunto de edificaciones datan del siglo XVIII y han sido reformadas y adaptadas en los siglo XIX y XX. De las antiguas salinas, anteriores al resto de edificaciones, se conserva un antiguo puente. Puede que el diseño de su estructura inicial fuese mudéjar, pero lo que podemos ver hoy en día es del siglo XVIII. Los materiales utilizados en los muros son la sillería y la mampostería, en las estructuras interiores la madera y las cubiertas de teja árabe.

El conjunto de las piscinas está realizado en sillería y mampostería, tanto en los muros laterales como en su fondo. Disponen además de caminos empedrados con canto rodado que dan acceso a todas ellas. Se conservan algunos canales de madera para el abastecimiento de los recocederos, aunque la mayoría fueron sustituidas por tuberías de fibrocemento.






Dentro de la edificación, las norias presentan una planta octogonal con una estructura de madera que se enlaza en el vértice de la cubierta, lo que permite un espacio completamente diáfano. Sólo una noria conserva el cazo de barro, el sistema de engranajes de madera y el piso tratado para que diera vueltas el animal.

Los almacenes que quedan en pie son los más antiguos, el de San Antonio y el de San José, y sus grandes dimensiones garantizaban una capacidad suficiente para las salinas. Presentan una base estructural a base de pórticos soportados por pies de madera y una entreplanta a base de suelo y viguería de madera que permite el acceso de vehículos para depositar la sal dentro del almacén.



El color rosa que se observa en sus aguas se debe a la existencia de microorganismos que se forman debido a las altas temperaturas, alta salinidad y carencia de oxígeno.





 



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