jueves, 3 de septiembre de 2020

Cueva del Pindal. Arte paleolítico rodeado de la belleza de la Asturias más salvaje.

En la zona más oriental de Asturias, rodeada de un paraje espectacular,  se localiza la Cueva del Pindal. Cobija una de las más bellas muestras del arte Paleolítico de la región,  formado por un discreto grupo de representaciones animalísticas, entre las que destacan, por la rareza de este tipo de manifestaciones en la Cornisa Cantábrica, las figuras de un pez y de un mamut. A estos temas se unen otros de carácter simbólico cuyas interpretaciones aún siguen siendo un desafío.
 
La visita está muy restringida, en la actualidad, debido a las limitaciones por el Covid19, solo acceden cinco personas en cada turno, es necesaria reserva telefónica previa y es muy complicado conseguirla. A pesar de esto merece la pena acercarse hasta ella por la belleza del paisaje que la rodea, acantilados, la ermita de San Emeterio, el bosque... Hay que ir y disfrutar este entorno privilegiado aunque no sea posible acceder a su interior.


 
Vistas desde el acceso a la Cueva del Pindal.




Para acceder a la cueva partimos de la aldea del Peral, situada cerca del pueblo de Colombres y atravesada por la nacional N-634. De ella parte una carretera que asciende hasta la localidad de Pimiango, localidad que atravesaremos para proseguir camino hacia la cueva, en todo momento siguiendo las indicaciones que vamos encontrando. Antes de llegar hacia la cueva hay un bonito mirador, el mirador de Pimiango, con una vista privilegiada del mar y del valle. Después de la parada obligatoria en el mirador proseguimos camino hacia la cueva por una carretera que serpentea hacia abajo atravesando un bello paisaje. Hay un aparcamiento a escasos 50 metros del camino de acceso al centro de visitantes de la cueva y al prado de la Ermita de San Emeterio. A poca distancia del aparcamiento está  faro de San Emeterio, desgraciadamente no se puede acceder a él ya que está vallado. 

Desde el aparcamiento se desciende hasta el camino que conduce al centro de interpretación de la cueva, hay espacio para aparcar enfrente de este también, pero con pocas plazas. Lo primero que nos llama la atención es la bonita ermita de San Emeterio y el prado en el que se localiza. La ermita es anterior al s. XVIII, es sencilla y sus muros de piedra muestran los achaques propios de un lugar solitario y un poco abandonado, pese a que los monjes del antiguo y cercano monasterio de Santa María de Tina se ocuparon de ella durante cientos de años. La ermita sólo abandona su soledad a primeros de marzo, cuando se hace la romería de San Emeterio, que trae a la gente con ramos desde Pimiango. El resto del año, sus arcos escuchan el sonido del mar y no ven pasar más que a los pájaros y a los lugareños que van dando un paseo hasta los cercanos y fascinantes acantilados.





 
Desde la ermita surge un sendero, que atravesando un bello y salvaje bosque de pinos y eucaliptos, nos conduce al abandonado y semiderruido monasterio de Santa María de Tina, el paseo es espectacular y por momentos parece que estás atravesando una selva, dada la belleza y lo indómito de la vegetación. Las primeras referencias documentales al lugar aparecen datadas en el siglo XVI, aludiendo a su pertenencia a una abadía del siglo XI de Cervera de Pisuerga; aunque en la actualidad no quedan más que unas ruinas entre árboles, el lugar tiene sin duda un gran encanto.





Las actuales ruinas son de un templo del siglo XIII de estilo cisterciense. La puerta de entrada se abre en un muro opuesto a la cabecera y es también apuntada. Adosado a este muro, en el exterior a la derecha, queda lo que parece ser un horno. Dentro del perímetro de la nave se puede ver un sepulcro de piedra cuya lápida aparece tirada fuera.



Una imagen románica de la Virgen de Tina, que permaneció en la iglesia estando ya en ruinas y fue resguardada durante la Guerra Civil en las dependencias del faro de San Emeterio, se conserva en la iglesia parroquial de San Roque (Pimiango). Se trata de una talla de madera del siglo XII de la Virgen entronizada con Niño en el regazo.




 
De vuelta al prado de San Emeterio cogeremos otro pequeño sendero, bastante más corto y que desciende hasta la entrada de la Cueva del Pindal, entrada que se abre a unos impresionantes acantilados. 






 
Es sin duda la cueva y su entorno un lugar imprescindible para visitar en un viaje por la Asturias oriental y que no nos dejará indiferentes.


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