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sábado, 25 de marzo de 2023

Ruta de un fin de semana en Cuenca y alrededores.




Hemos tenido el placer de disfrutar de un magnífico fin de semana primaveral en la preciosa ciudad de Cuenca. Además de la visita al casco antiguo, declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO, hemos visitado también parte de la serranía conquense, concretamente dos de los destinos turísticos más destacados de la provincia manchega, la ciudad encantada y el nacimiento del río Cuervo. 

Llegamos a Cuenca un viernes por la tarde, ya bien entrado el atardecer, por lo que la primera visita a su casco histórico es nocturna. Cuenca tiene mucha magia, por su escarpada orografía, por sus intrincadas calles, su espectacular puente de San Pablo. Todos estos puntos se vuelven aún más mágicos con las luces nocturnas. Sus profundas hoces, la del Júcar y la del Huécar, que rodean su casco histórico, se intuyen en la oscuridad, creando esa sensación de vértigo cuando te asomas al filo de sus miradores o intentas cruzar el puente de San Pablo para pasar desde el casco antiguo al Convento de San Pablo, actual parador de turismo. 



También destaca con la iluminación nocturna la fachada de la Catedral y el ayuntamiento, situadas ambas en la Plaza Mayor, centro del casco histórico y lugar con bastante ambiente de terrazas, a pesar de ser el mes de marzo. Es en este lugar en el que tenemos el primer contacto con la gastronomía conquense, tras lo cual vamos hacia el parador de turismo para tomar un café. En el trayecto pasamos por delante de las famosas "Casas Colgadas", que no colgantes, que se han convertido junto al puente de San Pablo en el icono de la ciudad y una de las imágenes más famosas de esta. 


Plaza Mayor y Ayuntamiento.

Al día siguiente vamos a dedicar la mañana a visitar parte de la Serranía de Cuenca. Ponemos rumbo a la ciudad encantada y antes de llegar a esta hacemos una parada en un mirador llamado "Ventano del diablo". Es una especie de oquedad en la roca con unas vistas impresionantes sobre el río Júcar. El nombre parece provenir de la forma de la roca que observada en la distancia parece una carabela.




Tras disfrutar las vistas desde este bonito enclave seguimos rumbo hacia la Ciudad Encantada. Se trata de una finca privada por lo que hay que pagar entrada para visitarla. En el momento de nuestra visita el precio de la entrada era de 6 euros, los niños gratis hasta los siete años. Existe un único recorrido que te lleva a conocer las principales formaciones rocosas del lugar. Se trata de una ruta circular de aproximadamente tres kilómetros de longitud, sin mucha pendiente aunque no apta para todos los públicos, pues no está adaptada para personas con movilidad reducida. Para una persona que pueda caminar de forma normal, el circuito se realiza en un hora aproximadamente. Si eres de los que fotografía todo de forma compulsiva, fácilmente se te irán más  horas en la visita, aunque merecerá la pena.




Durante el paseo por la Ciudad Encantada se pueden admirar las principales figuras de roca. La más conocida y protagonista de la mayoría de la publicaciones de este lugar aparece justo al principio de la ruta, es la conocida como Tormo, sorprende que aún se mantenga en pie por lo frágil que parece.  Aparte de la ya nombrada destacan otras como el cocodrilo luchando contra un elefante, los barcos, la foca y el mar de piedra. Resulta curioso ver cómo siglos de silencioso trabajo realizado por el viento, el agua y el hielo han dado vida a unas figuras tan peculiares. Aunque en algunos casos las formas están muy claras,  en otros hay que dejar volar la imaginación para ver lo que dicen que hay allí.

Tras la visita a la Ciudad Encantada proseguimos viaje hacia el nacimiento del río Cuervo, que dista de esta unos 40 km. Por el camino paramos en un mirador sobre el embalse de la Toba, ya que el color del agua y los montes que lo rodean crean un paisaje espectacular. 




Una vez llegamos al lugar de inicio de la ruta del Nacimiento de río Cuervo nos sorprende la cantidad de vehículos estacionados en el parking habilitado. Después descubrimos que ese es un primer parking, que es el que se encuentra justo al lado de los dos restaurantes que hay en este lugar. Cruzando la carretera hacia el inicio de ruta se encuentra un segundo aparcamiento,  donde sorprendentemente hay bastante sitio libre para aparcar. Debe de ser que todo el mundo cree que el primero es el único habilitado. Desde el segundo aparcamiento se inician unas pasarelas de madera con las que se ha diseñado un recorrido circular que en apenas 300 metros nos lleva al que es sin duda el punto más espectacular de la ruta, las cascadas del río Cuervo. El acceso hasta ellas es posible incluso para carritos y sillas de ruedas, ya que hay pasarelas de madera. A partir de este punto sin embargo hay que subir escaleras, para llegar, al cabo de 700 metros más al lugar del nacimiento. Desde aquí se puede volver sobre tus pasos o seguir la ruta circular de nuevo hacia el aparcamiento. 







A nosotros nos asustó un poco la cantidad de coches del primer aparcamiento, hasta el punto que pensamos que la ruta estaría saturada de gente, sin embargo después no tuvimos esa sensación. Sin duda hay gente que toma este punto como partida para rutas más largas por esta bonita zona.

Terminamos la ruta casi a la hora de comer, pero como no habíamos reservado y había tanta gente en los dos restaurantes de esta zona, volvimos sobre nuestros pasos para comer en el pueblo de Uña, en nuestro camino de regreso a Cuenca. 

Por la tarde visitamos el casco histórico a la luz del día, y las sensaciones son totalmente distintas de la noche anterior, igual de impresionante pero diferente. Para conocer el casco antiguo hay unas visitas guiadas tanto nocturnas como diurnas muy interesantes, algunas se anuncian con el formato free tour, de paga lo que consideres adecuado tras la visita, otras te marcan directamente un precio de 6 euros por adulto. Nosotros no tuvimos ocasión por problemas de agenda, por lo que visitamos el casco histórico por nuestra cuenta, ascendiendo por la empinada calle de Alfonso VI y cruzando bajo los arcos del edificio del ayuntamiento llegamos a la Plaza Mayor, en la que pudimos acceder al interior de la catedral. Desde aquí nos dirigimos al Puente de San Pablo para admirar las vistas con la luz diurna. 





Tras esta visita ascendimos hacia el barrio del Castillo, deleitándonos con las callejuelas que atravesamos en la subida y las vistas sobre la Hoz del Huécar. De esta forma llegamos a este barrio donde destacan las ruinas del castillo, a las que se puede subir. Aprovechamos la buena tarde que hacía para tomar un café en una de sus muchas terrazas. Tras lo cual bajamos desde este punto por un pequeño sendero que desciende por la ladera hacia la bonita ermita de la Virgen de las Angustias. Poniendo fin a nuestra visita diurna a Cuenca. Desde esta ermita y descendiendo un poco más se llega a un restaurante con unas vistas preciosas sobre el río Júcar y en el que merece la pena cenar, es el restaurante Recreo Peral.




Tras la cena ascendimos de nuevo desde la ermita hacia la Plaza Mayor, no son más de 7 minutos andando, aunque todos en ascenso. Para tomar una copa en uno  de los locales que hay en uno de sus laterales, con vistas a la Bajada de San Miguel. 

El día siguiente dedicamos la mañana a visitar el museo paleontológico de Castilla la Mancha, una visita imprescindible si vais con niños, aunque también si solo van adultos, ya que el edificio y sus vistas impresionan. Para más información sobre esta visita podéis leer la correspondiente entrada de mi blog aquí.





Cuenca nos ha encantado y sin duda merece la pena la visita. 




viernes, 24 de marzo de 2023

Museo paleontológico de Castilla la Mancha.



En una reciente escapada a Cuenca hemos tenido la oportunidad de conocer este interesante museo, una visita imprescindible si vais con niños, pero que encantará a grandes y pequeños por igual.

El museo fue inaugurado en 2015 y es un edificio arquitectónicamente muy interesante que ha sabido aprovechar una ubicación maravillosa para sacar mucho partido paisajístico de sus exteriores. Situado en una zona nueva de la ciudad, sobre un terreno elevado, las vistas que ofrece son maravillosas. Tanto es así que se ha instalado un banco con la inscripción "el segundo banco con las vistas más bonitas del mundo". Habrá quien discrepe de tal título, pero que las vistas son bonitas es indudable. 



Junto a  sus vistas, un gran atractivo del museo son  sus jardines. Además de la agradable zona de césped y a las especies plantadas, hay que sumar la colocación de una importante e interesante cantidad de figuras de dinosaurio a tamaño real, que realmente impresionan. El contraste de estos animales con las líneas rectas y la moderna arquitectura del edificio es fotográficamente muy atractivo. Si a ello le sumamos la creación de una serie de lagunas artificiales, el entorno es ya irresistible para los amantes de la fotografía, los niños dejaron de resistirse a sus encantos con la primera figura de dinosaurio. 









Ya solo el aspecto exterior del museo invita a visitarlo, pero además las salas interiores son muy interesantes . Las exposiciones se estructuran en diez salas: 1.-Aula-Taller, 2.-Paleozoico, 3.-Mesozoico, 4.-Cenozoico, 5.-Mioceno, 6.-Cuaternario, 7.-Los dinosaurios en la historia, 8.-Dinosaurios, 9.-Yacimiento de Las Hoyas y 10.-Yacimiento de Lo Hueco. Además las grandes cristaleras del edificio permiten disfrutar su peculiar diseño y la belleza de las vistas hacia el exterior. 








La visita está planificada para que pueda realizarse en un orden cronológico, desde las salas dedicadas a los fósiles más antiguos del Paleozoico hasta los más modernos, con los hominidos cuaternarios. Hay también actividades interactivas y sala de proyección que atrae por la calidad de sus imágenes. 

El coste de la entrada general son 5 euros, gratuito para niños, estudiantes, parados y carnet joven. Dispone de amplio aparcamiento gratuito. Sin duda uno de los imprescindibles en una visita a Cuenca.




domingo, 5 de marzo de 2023

Sierra Norte de Guadalajara. Valverde de los Arroyos.




La ruta que hoy os sugiero os va a llevar a la poco explotada turísticamente y sin embargo sorprendente provincia de Guadalajara. Es esta una provincia que supone un destino ideal en cualquier época del año, en otoño, por los colores de sus bosques, en invierno por el disfrute de sus cumbres y su arquitectura negra al calor de una chimenea, en primavera por la explosión de color y vida de sus paisajes y en verano por el colorido de sus campos de lavanda y girasoles. 

Nosotros tenemos la suerte de poder visitar Guadalajara con relativa frecuencia, ya que partimos de la vecina Alcalá de Henares. Por eso hoy vamos a realizar una ruta de un día para conocer algunos de los pueblos y paisajes más destacados del Parque Natural Sierra Norte de Guadalajara, y sus conocidos como pueblos de arquitectura negra. 


Partimos de la localidad de Alcalá de Henares y la primera parada es el pueblo de Tamajón. Paramos al lado del centro de interpretación, que visitamos y desde aquí vamos paseando por la conocida como calle de enmedio, hasta la Iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción, de estilo románico y que es el monumento más destacado del pueblo. En el camino vemos algunas casas señoriales de estilo renacentista, entre las que destaca el edificio del ayuntamiento. 

La Iglesia de Ntra. Sra de la Asunción se construyó en el siglo XIII y era románica. Fue ampliada en el Siglo XVI por orden de la familia Mendoza, ya con estilo renacentista. Está bien conservada y es un ejemplo perfecto para darse cuenta del color tan característico que toma la piedra de Tamajón. Este pueblo era muy conocido por sus canteras, con sus piedras de color anaranjado. 




Muy cerca de Tamajón se encuentra un paraje conocido como la ciudad encantada, no es comparable  con la famosa ciudad encantada de Cuenca, pero tiene cierto encanto con sus formaciones calizas desgastadas por la lluvia y el paisaje que la rodea, muy cerca está la ermita de los enebrales, un edificio que aunque muy modificado data del siglo XVI.




Desde Tamajón la carretera se bifurca, por un lado hacia Valverde de los Arroyos y por otro hacia Campillo de Ranas. Ambos son dos de los pueblos más característicos de la arquitectura negra de Guadalajara. Nosotros hemos decidido visitar Valverde de los Arroyos, el más conocido de estos pueblos. Si dispones de más tiempo puedes hacer una ruta circular para visitarlos todos. 

Llegamos a Valverde de los Arroyos y desde la carretera hay una preciosa vista del pueblo situado a los pies de un impresionante macizo montañoso que en el momento de nuestra visita conservaba algo de nieve en sus cumbres. 




El pueblo dispone de un amplio aparcamiento gratuito a su entrada, justo al lado del camposanto, que tiene unas preciosas vistas, ya que dentro del pueblo la circulación de vehículos está restringida. 

Lo más destacado de Valverde es el pueblo en sí, pasear por sus calles, disfrutar de su gastronomía y hacer alguna ruta por los alrededores. 








Nosotros elegimos para comer un restaurante situado en la plaza del pueblo, el mesón Despeñalagua, pedimos unas migas de pastor y cabrito. El cabrito estaba muy bueno, como es de esperar en esta zona, pero las migas de pastor estaban un poco secas para mi gusto. 

Tras la comida hicimos una ruta hacia las Chorreras. La ruta sale desde la misma plaza del pueblo, desde la calle al lado del restaurante citado. Se llega a una preciosa explanada que se usa como campo de futbol y desde allí se sigue ¿sin ninguna dificultad?. Bueno, no debe haberla si no te sales del camino,  como hicimos nosotros,  y acabas abajo en el río, luego toca subir toda la ladera para volver al camino. Es un camino relativamente sencillo, aunque hay que llevar calzado adecuado porque está mojado en algunos tramos y hay bastante piedra suelta, pero es bastante llano. Las chorreras son unas caídas de agua en un cortado de montaña bastante espectacular, merece la pena hacer la ruta que es bastante corta, unos 40 minutos de ida y tanto de vuelta. 




Tras la ruta nos despedimos del pueblo e iniciamos el regreso a Alcalá de Henares, pero decidimos volver parando a visitar el pueblo de Collogudo. El paisaje es muy bonito y va cambiando desde el pinar denso de la zona de Valverde a zonas más despejadas a medida que nos acercamos a Cogolludo. 

Al llegar a esta localidad aparcamos en su plaza mayor. Una bonita plaza porticada construida en el siglo XV,  donde destaca la impresionante fachada del Palacio de los Duques de Medinaceli, de la misma época. 




Cuando llegamos el palacio estaba cerrado porque se estaba realizando una visita guiada, si tenéis intención de visitar la villa os sugiero informaos de los horarios de las visitas guiadas, ya que tanto para visitar el palacio como la principal iglesia del pueblo es necesario hacer una. 

Nosotros dimos una vuelta por nuestra cuenta y ascendimos hasta la iglesia de Santa María, que solo pudimos visitar en su exterior. Es una bonita iglesia del siglo XVI. En su interior, que habíamos visitado en una ocasión anterior, hay un interesante cuadro de José Ribera, "El Españoleto", del más puro estilo tenebrista “Los preliminares de la crucifixión”. 



Desde Cogolludo finalizamos nuestra interesante ruta por la Sierra Norte de Guadalajara. 

sábado, 22 de agosto de 2020

Visitando unas salinas tierra adentro.




Fue un encuentro casual en nuestra ruta por la Alcarria, pero nos llamó poderosamente la atención, la existencia de unas salinas prácticamente en el centro de la Península Ibérica, tan lejos de cualquier costa. Son las Salinas de Imón, también llamadas del Río Salado, en la provincia de Guadalajara.

El Río Salado, antes denominado Gormellón, nace cerca de la localidad de Paredes de Sigüenza y desemboca en el Río Henares. Durante su curso atraviesa materiales muy solubles que cargan el agua de cloruro de sodio. Hace miles de años prácticamente la totalidad de la Península Ibérica se encontraba bajo el nivel del mar. Debido a esto se fueron depositando materiales como el cloruro de sodio, estos materiales son los que arrastra el Río Salado, llamado así por la composición salada de sus aguas. 



A unos 14 km de la bellísima Sigüenza encontramos Imón y en ella las salinas más importantes de la comarca de Atienza y de la provincia. Las Salinas de Imón fueron las de mayor producción de sal de la zona, son las de mayor tamaño, mejor construcción y, además, han llegado a nuestros días en mejor estado de conservación. Estas salinas fueron durante mucho tiempo las de mayor producción de España.

Se tiene referencia de ellas desde el siglo X. Los monarcas les sacaban provecho concediendo a nobles y personal eclesiástico alguno de sus beneficios. Alfonso VII, en 1139, concedió al obispado de Sigüenza su explotación. Carlos III recuperó la posesión de las salinas y comenzó su explotación a gran escala modernizando las instalaciones, en 1720. Amplió las infraestructuras con la construcción de grandes almacenes, artesas y canales que aún se mantienen en pie. La producción de sal en Imón cesó en el año 1996, aunque hasta el 2002 se mantuvo cierta actividad.  En la actualidad se conservan restos de la última cosecha en sus almacenes principales.


 


Las salinas constan de un conjunto de almacenes, situados en la zona central y de piscinas, estanques, recocederos y norias que se apoyan en una serie de canales y regueras que sirven de desagües para el agua sobrante. El conjunto de edificaciones datan del siglo XVIII y han sido reformadas y adaptadas en los siglo XIX y XX. De las antiguas salinas, anteriores al resto de edificaciones, se conserva un antiguo puente. Puede que el diseño de su estructura inicial fuese mudéjar, pero lo que podemos ver hoy en día es del siglo XVIII. Los materiales utilizados en los muros son la sillería y la mampostería, en las estructuras interiores la madera y las cubiertas de teja árabe.

El conjunto de las piscinas está realizado en sillería y mampostería, tanto en los muros laterales como en su fondo. Disponen además de caminos empedrados con canto rodado que dan acceso a todas ellas. Se conservan algunos canales de madera para el abastecimiento de los recocederos, aunque la mayoría fueron sustituidas por tuberías de fibrocemento.






Dentro de la edificación, las norias presentan una planta octogonal con una estructura de madera que se enlaza en el vértice de la cubierta, lo que permite un espacio completamente diáfano. Sólo una noria conserva el cazo de barro, el sistema de engranajes de madera y el piso tratado para que diera vueltas el animal.

Los almacenes que quedan en pie son los más antiguos, el de San Antonio y el de San José, y sus grandes dimensiones garantizaban una capacidad suficiente para las salinas. Presentan una base estructural a base de pórticos soportados por pies de madera y una entreplanta a base de suelo y viguería de madera que permite el acceso de vehículos para depositar la sal dentro del almacén.



El color rosa que se observa en sus aguas se debe a la existencia de microorganismos que se forman debido a las altas temperaturas, alta salinidad y carencia de oxígeno.





 



domingo, 2 de agosto de 2020

Ruta por la Hoz del río Dulce. Pelegrina.

La Alcarria, en Guadalajara, es una zona que nos ofrece paisajes espectaculares y preciosos pueblos. Merece la pena visitarla en cualquier época del año, nosotros hicimos nuestro recorrido en verano, época en la que sus campos se tiñen del violeta de la lavanda y el amarillo de los girasoles. En nuestro camino encontramos pueblos tan monumentales como Torija, Brihuega o Sigüenza. Pero hoy os quiero hablar de otro pueblo no tan conocido pero igual de bonito y al que merece la pena acercarse, Pelegrina.




Nuestro destino es el Parque natural del barranco de río Dulce. Para llegar hasta aquí desde Madrid saldremos por la A-2 en dirección Zaragoza-Barcelona, hasta la salida 118 indicada como Sigüenza. Desde aquí tomamos dirección Sigüenza por la carretera GU-118 y a los cinco kilómetros aparece el desvío hacia el pueblo de Pelegrina, punto de inicio de nuestra ruta.  Se trata de una ruta fácil de recorrer en familia, cortita y de poca dificultad, pero de gran encanto y apta para ser realizada incluso en los meses de más calor (nosotros la hicimos en Julio) dado que discurre siguiendo el curso de un río y tiene bastantes sombras.




El Parque natural del barranco del río Dulce es conocido por ser el paraje en el que se rodaron muchos de los capítulos de la serie documental  " El Hombre y la Tierra", de Félix Rodríguez de la Fuente. Antes de llegar al pueblo encontramos un pequeño aparcamiento enfrente de un mirador que lleva el nombre del naturalista, y desde el que podemos observar el cañón del río desde arriba y las águilas que sobrevuelan este. Os aconsejo que llevéis unos prismáticos, porque la vista es espectacular.




Tras disfrutar estas vistas continuamos nuestro camino en coche hasta llegar al pueblo de Pelegrina. Es esta una pequeña localidad de 19 habitantes coronada por un castillo de aspecto ruinoso, la bella estampa del pueblo ya se aprecia desde la carretera de acceso. Hay que dejar el coche en un pequeño descampado que encontramos a la derecha, justo enfrente de un restaurante, ya que el acceso con vehículos al pueblo solo está autorizado para residentes. Desde este punto a muy corta distancia sale una calle a la izquierda que desciende hasta el río, es el inicio de la ruta. 

No hay posibilidad de pérdida, ya que el camino está claro y vamos encontrando postes con la indicación. Hay dos opciones de ruta, la primera, marcada con una indicación naranja, es circular de cuatro kilómetros, va siguiendo el río Dulce por ambas orillas y que se inicia y acaba en el pueblo. La segunda, marcada en color azul, es algo más larga, tiene tramos que coinciden con la anterior pero llegados a un punto se separa para elevarse por la montaña hasta la cascada del Gollorio. Nosotros optamos por hacer la ruta corta, ya que para ascender a la cascada hay menos sombras, hacía calor, y nos dijeron que en verano podríamos encontrarla seca.





Vamos caminando muy cerca del río Dulce pero no exactamente por la orilla, sino por una senda paralela entre árboles y arbustos, que en algunos momentos se estrecha bastante pero sin obstaculizar la marcha. Hay puntos en los que pequeños senderos salen hacia el cercano rio y merece la pena acercarse porque son playas fluviales donde es agradable sentarse a escuchar y observar las aguas transparentes  y los pequeños pececillos y cangrejos de río que hay en este. En uno de estos parajes encontraremos un puente de madera, en este momento no lo vamos a cruzar, ya que seguiremos la ruta por esta orilla y luego volveremos por la otra, cruzando ese puente al final, haciéndolo coincidir con el final de nuestra ruta, ya que es el punto que nos ha atrapado como zona para comer y darnos un pequeño baño.





Seguimos nuestro recorrido entre álamos, fresnos, sauces,  nogales e impresionantes paredones de roca caliza. Pasaremos por delante de una pequeña caseta que es donde el personal de la serie "El hombre y la Tierra" guardaba el equipo de rodaje. Seguimos hasta un punto en el que vamos a cruzar el río por unas rocas colocadas sobre este para iniciar el regreso por la otra orilla, hasta llegar de nuevo al puente de madera, que cruzaremos para regresar.




Al ser una ruta corta, permite recorrerla con tranquilidad, disfrutando el paisaje y recreándose en los pequeños recovecos que se acercan al río y nos invitan a sentarnos y observar. Nosotros habíamos reservado toda la mañana para hacerla, porque queríamos comer al lado del río y refrescarnos un poco en sus aguas, aunque el caudal no es abundante y no va a permitir que nadéis, el agua os llegará como mucho a la rodilla, si es suficiente para disfrutarlo. 

Después de realizar la ruta hicimos un pequeño recorrido por el pueblo, en el que además del castillo, que está en ruinas, hay una bonita iglesia y un centro de interpretación del Parque Natural. Tras este recorrido proseguimos camino hacia la localidad de Atienza.




En el camino hacia Atienza pasamos por la preciosa y monumental Sigüenza, pero dado que ya la habíamos visitado anteriormente y que necesitas al menos un día completo para ver todo lo que te ofrece, decidimos seguir hasta Atienza, más pequeña y que podríamos recorrer en una tarde. La carretera atraviesa las antiguas salinas de Imón, del rio salado, que constituyen también un curioso paraje. 

viernes, 18 de octubre de 2019

Villanueva de los Infantes y las Lagunas de Ruidera.





Hacía tiempo que me apetecía hacer una excursión a las Lagunas de Ruidera. Las había visitado bastantes años antes y  quería volver con mi familia. Aprovechando nuestro viaje decidimos parar también a conocer el pueblo de Villanueva de los Infantes, gran acierto. Villanueva forma parte de la asociación de los pueblos más bonitos de España, y razones no le faltan. 

Para llegar a Villanueva de los Infantes nos salimos de la A-4 a la altura de Valdepeñas, y desde esta localidad tomamos el desvío que nos llevaría a nuestro destino. Villanueva de los Infantes alberga uno de los conjuntos monumentales más bonitos de toda la Mancha: iglesias, conventos, palacios y casa nobles jalonan esta localidad. En 1350 pasó  a ser aldea de Montiel, hecha villa independiente por el infante D. Enrique de Aragón y sus hermanos. En gratitud a ellos tomó el nombre de Infantes en 1480 y en 1491 se le dio el de Villanueva. Fue declarada conjunto histórico-artístico en 1974.

Aparcar en Villanueva es fácil, a pesar de ser un sitio muy bonito no está masificado por el turismo y es bastante tranquilo. Aparcamos en una calle cerca de la Plaza Mayor, a la que nos dirigimos andando. Esta alberga el ayuntamiento y la magnífica iglesia de San Andrés, todo el conjunto es de gran belleza y data de principios del siglo XVII.




La iglesia de San Andrés tiene una impresionante fachada clasicista, enmarcada por un profundo arco de medio punto, con la imagen de San Andrés y el escudo de los Austrias. Sus otras dos puertas son de estilo renacentista. En su interior se encuentra la capilla de los Bustos, en cuya cripta fue enterrado Francisco de Quevedo en 1645. En la actualidad podemos ver, a través de un cristal, la lápida tras la que se encuentran los restos de este famoso escritor.




Al salir de la iglesia de San Andrés aprovechamos el buen día que nos hace a principios de Octubre para desayunar en una de las terracitas de esta plaza. Mientras desayunamos seguimos observando el bonito conjunto monumental y vemos como los pequeños grupos de turistas se reúnen en torno a las estatuas de Don Quijote y Sancho, con sus respectivas cabalgaduras, que se encuentran delante de la fachada del Ayuntamiento.

Desde la Plaza Mayor tomamos la calle Cervantes, en esta se encuentra la oficina de turismo. A lo largo de esta calle vamos encontrando varios edificios destacables como la casa del Caballero del Verde Gabán, en la que se inspiró Cervantes para describirla en el capítulo XVIII de la segunda parte del Quijote. Otro de los edificios destacables de esta calle es la casa-palacio de Rebuelta, esta tiene un pórtico de columnas pseudo-jónicas.





Llegamos a la Plaza de San Juan, en una de cuyas esquinas encontramos la iglesia de Santo Domingo. Desgraciadamente se encuentra cerrada por lo que no podemos visitar la celda en la que murió Quevedo y que se encuentra en su interior. En este recinto, además de la iglesia y la celda de Quevedo, se conserva el claustro del antiguo convento situado en este lugar.

A nuestra vuelta hacia el coche y muy cercana a la Plaza Mayor encontramos la Alhóndiga, edificio de siglo XVI destinado a casa de contratación. En  el siglo XVIII fue utilizado como cárcel. Tiene un magnífico patio interior formado por gruesas columnas, en ellas aún es posible ver las inscripciones dejadas por los presos. El patio está abierto para ser visitado y es de entrada gratuita.




Hay muchas otras casas y palacios destacables en la localidad, pero como el principal objeto de nuestra excursión era disfrutar la jornada en las Lagunas de Ruidera, decidimos proseguir nuestra  ruta. Para llegar tomamos dirección hacia Ossa de Montiel y desde allí accedimos a las lagunas. Antes de tomar el último tramo de acceso a las lagunas encontramos la indicación a la Cueva de Montesinos, famosa por ser nombrada en el Quijote,  que se encuentra a pocos metros de este cruce. Aunque es una visita interesante a nosotros en esta ocasión no nos cuadró en el itinerario.

El Parque Natural de las Lagunas de Ruidera está considerado uno de los espacios húmedos naturales más interesantes  y bellos de España. Se caracteriza por las caídas de agua que conectan unas lagunas con otras. Este paraje se ubica en el Alto Valle del Guadiana y sirve de límite provincial a Ciudad Real y Albacete. En una superficie de 4000 hectáreas se reparten 16 lagunas que escalonadamente forman saltos de agua y torrentes que van desde los primeros manantiales que surgen en la Laguna Blanca hasta las lagunas bajas y el Pantano de Peñarroya.




La vegetación del Parque es típicamente meseteña y mediterránea. El árbol dominante en las laderas y zonas altas es la encina, que convive con las sabinas en los parajes más elevados. En zonas más bajas el encinar es sustituido por un denso matorral, compuesto por coscojares, espinos y aliagas. En los fondos de los valles y márgenes de las lagunas aparecen los árboles de ribera. El pino carrasco aparece en algunas laderas de umbría ya que se ha utilizado en repoblaciones.







Desde Ossa de Montiel la primera laguna que viene indicada es la Laguna Blanca, nosotros decidimos no entrar por aquí ya que no teníamos claro que se pudiera conectar desde aquí con la otras por carretera. Accedimos pues  a la altura de la Laguna Redondilla,  en la zona se concentran varios  restaurantes y estaba bastante concurrida.  Nosotros preferimos un lugar algo más tranquilo,  por lo que decidimos conducir por la carretera que va paralela a las lagunas y tomar esta en dirección al pueblo de Ruidera.


A lo largo de este camino hay varias entradas a zonas de aparcamiento a la orilla de las lagunas y con acceso a  zonas de picnic o de chiringuitos, que en este mes estaban cerrados. Nosotros paramos a la altura de la Laguna Salvadora, accedimos al aparcamiento por una entrada situada junto enfrente de una gran casa blanca con los dinteles  de las ventanas y las puertas pintadas de azul. En este punto hay un acceso a un parquing y una zona de picnic, pero caminando un poco más también hay  acceso a una bonita y tranquila zona, con un pinar justo a la orilla de las lagunas. Fue allí donde decidimos montar nuestro campamento para disfrutar de nuestra jornada campestre. Íbamos provistos de toda clase viandas, somos un poco exagerados para ir de campo, no nos vayamos a quedar con hambre.




 En el caso de decidir comer en un restaurante son muchas las opciones que encontraréis a lo largo del recorrido de las lagunas,  la primera zona de restauración que  encontramos en el cruce del acceso desde Ossa de Montiel, una zona de camping y restaurantes que se encuentra un poco más adelante del punto que nosotros elegimos para pasar el día, o acercarse hasta el pueblo de Ruidera. En esta zona, junto a la Laguna del Rey, hay también un bonito restaurante con una terraza con vistas a la laguna.  En el paramos para tomar un café en nuestro trayecto de vuelta a Jaén, que decidimos hacer yendo hacia Ruidera y de allí a la Solana para seguir hacia Valdepeñas y tomar allí la A4 de vuelta a casa.

Si decidís hacer la ruta completa podéis seguir en dirección Argamasilla de Alba hasta el Embalse de Peñarroya y el castillo de Peñarroya, punto final de este espectacular paraje.