sábado, 25 de marzo de 2023

Ruta de un fin de semana en Cuenca y alrededores.




Hemos tenido el placer de disfrutar de un magnífico fin de semana primaveral en la preciosa ciudad de Cuenca. Además de la visita al casco antiguo, declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO, hemos visitado también parte de la serranía conquense, concretamente dos de los destinos turísticos más destacados de la provincia manchega, la ciudad encantada y el nacimiento del río Cuervo. 

Llegamos a Cuenca un viernes por la tarde, ya bien entrado el atardecer, por lo que la primera visita a su casco histórico es nocturna. Cuenca tiene mucha magia, por su escarpada orografía, por sus intrincadas calles, su espectacular puente de San Pablo. Todos estos puntos se vuelven aún más mágicos con las luces nocturnas. Sus profundas hoces, la del Júcar y la del Huécar, que rodean su casco histórico, se intuyen en la oscuridad, creando esa sensación de vértigo cuando te asomas al filo de sus miradores o intentas cruzar el puente de San Pablo para pasar desde el casco antiguo al Convento de San Pablo, actual parador de turismo. 



También destaca con la iluminación nocturna la fachada de la Catedral y el ayuntamiento, situadas ambas en la Plaza Mayor, centro del casco histórico y lugar con bastante ambiente de terrazas, a pesar de ser el mes de marzo. Es en este lugar en el que tenemos el primer contacto con la gastronomía conquense, tras lo cual vamos hacia el parador de turismo para tomar un café. En el trayecto pasamos por delante de las famosas "Casas Colgadas", que no colgantes, que se han convertido junto al puente de San Pablo en el icono de la ciudad y una de las imágenes más famosas de esta. 


Plaza Mayor y Ayuntamiento.

Al día siguiente vamos a dedicar la mañana a visitar parte de la Serranía de Cuenca. Ponemos rumbo a la ciudad encantada y antes de llegar a esta hacemos una parada en un mirador llamado "Ventano del diablo". Es una especie de oquedad en la roca con unas vistas impresionantes sobre el río Júcar. El nombre parece provenir de la forma de la roca que observada en la distancia parece una carabela.




Tras disfrutar las vistas desde este bonito enclave seguimos rumbo hacia la Ciudad Encantada. Se trata de una finca privada por lo que hay que pagar entrada para visitarla. En el momento de nuestra visita el precio de la entrada era de 6 euros, los niños gratis hasta los siete años. Existe un único recorrido que te lleva a conocer las principales formaciones rocosas del lugar. Se trata de una ruta circular de aproximadamente tres kilómetros de longitud, sin mucha pendiente aunque no apta para todos los públicos, pues no está adaptada para personas con movilidad reducida. Para una persona que pueda caminar de forma normal, el circuito se realiza en un hora aproximadamente. Si eres de los que fotografía todo de forma compulsiva, fácilmente se te irán más  horas en la visita, aunque merecerá la pena.




Durante el paseo por la Ciudad Encantada se pueden admirar las principales figuras de roca. La más conocida y protagonista de la mayoría de la publicaciones de este lugar aparece justo al principio de la ruta, es la conocida como Tormo, sorprende que aún se mantenga en pie por lo frágil que parece.  Aparte de la ya nombrada destacan otras como el cocodrilo luchando contra un elefante, los barcos, la foca y el mar de piedra. Resulta curioso ver cómo siglos de silencioso trabajo realizado por el viento, el agua y el hielo han dado vida a unas figuras tan peculiares. Aunque en algunos casos las formas están muy claras,  en otros hay que dejar volar la imaginación para ver lo que dicen que hay allí.

Tras la visita a la Ciudad Encantada proseguimos viaje hacia el nacimiento del río Cuervo, que dista de esta unos 40 km. Por el camino paramos en un mirador sobre el embalse de la Toba, ya que el color del agua y los montes que lo rodean crean un paisaje espectacular. 




Una vez llegamos al lugar de inicio de la ruta del Nacimiento de río Cuervo nos sorprende la cantidad de vehículos estacionados en el parking habilitado. Después descubrimos que ese es un primer parking, que es el que se encuentra justo al lado de los dos restaurantes que hay en este lugar. Cruzando la carretera hacia el inicio de ruta se encuentra un segundo aparcamiento,  donde sorprendentemente hay bastante sitio libre para aparcar. Debe de ser que todo el mundo cree que el primero es el único habilitado. Desde el segundo aparcamiento se inician unas pasarelas de madera con las que se ha diseñado un recorrido circular que en apenas 300 metros nos lleva al que es sin duda el punto más espectacular de la ruta, las cascadas del río Cuervo. El acceso hasta ellas es posible incluso para carritos y sillas de ruedas, ya que hay pasarelas de madera. A partir de este punto sin embargo hay que subir escaleras, para llegar, al cabo de 700 metros más al lugar del nacimiento. Desde aquí se puede volver sobre tus pasos o seguir la ruta circular de nuevo hacia el aparcamiento. 







A nosotros nos asustó un poco la cantidad de coches del primer aparcamiento, hasta el punto que pensamos que la ruta estaría saturada de gente, sin embargo después no tuvimos esa sensación. Sin duda hay gente que toma este punto como partida para rutas más largas por esta bonita zona.

Terminamos la ruta casi a la hora de comer, pero como no habíamos reservado y había tanta gente en los dos restaurantes de esta zona, volvimos sobre nuestros pasos para comer en el pueblo de Uña, en nuestro camino de regreso a Cuenca. 

Por la tarde visitamos el casco histórico a la luz del día, y las sensaciones son totalmente distintas de la noche anterior, igual de impresionante pero diferente. Para conocer el casco antiguo hay unas visitas guiadas tanto nocturnas como diurnas muy interesantes, algunas se anuncian con el formato free tour, de paga lo que consideres adecuado tras la visita, otras te marcan directamente un precio de 6 euros por adulto. Nosotros no tuvimos ocasión por problemas de agenda, por lo que visitamos el casco histórico por nuestra cuenta, ascendiendo por la empinada calle de Alfonso VI y cruzando bajo los arcos del edificio del ayuntamiento llegamos a la Plaza Mayor, en la que pudimos acceder al interior de la catedral. Desde aquí nos dirigimos al Puente de San Pablo para admirar las vistas con la luz diurna. 





Tras esta visita ascendimos hacia el barrio del Castillo, deleitándonos con las callejuelas que atravesamos en la subida y las vistas sobre la Hoz del Huécar. De esta forma llegamos a este barrio donde destacan las ruinas del castillo, a las que se puede subir. Aprovechamos la buena tarde que hacía para tomar un café en una de sus muchas terrazas. Tras lo cual bajamos desde este punto por un pequeño sendero que desciende por la ladera hacia la bonita ermita de la Virgen de las Angustias. Poniendo fin a nuestra visita diurna a Cuenca. Desde esta ermita y descendiendo un poco más se llega a un restaurante con unas vistas preciosas sobre el río Júcar y en el que merece la pena cenar, es el restaurante Recreo Peral.




Tras la cena ascendimos de nuevo desde la ermita hacia la Plaza Mayor, no son más de 7 minutos andando, aunque todos en ascenso. Para tomar una copa en uno  de los locales que hay en uno de sus laterales, con vistas a la Bajada de San Miguel. 

El día siguiente dedicamos la mañana a visitar el museo paleontológico de Castilla la Mancha, una visita imprescindible si vais con niños, aunque también si solo van adultos, ya que el edificio y sus vistas impresionan. Para más información sobre esta visita podéis leer la correspondiente entrada de mi blog aquí.





Cuenca nos ha encantado y sin duda merece la pena la visita. 




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