lunes, 10 de mayo de 2021

Ruta de dos días por la Alpujarra granadina.


Pueblos blancos, de enrevesadas callejuelas, colgados de la montaña, gatos que dormitan al sol, manantiales de aguas frescas que manan de cientos de fuentes, bancales llenos de nogales, moreras... La Alpujarra de los moriscos ha enamorado a hippies, músicos, artistas, viajeros románticos y a todo aquel que tenga la suerte de dejarse caer por estas tierras. Esta comarca se haya  entre Sierra Nevada y el mar, y es un paraje de gran belleza, lleno de magia en muchos aspectos, por el encanto de sus pueblos, por sus sorprendentes parajes y por muchas cosas más que os iremos desvelando en esta entrada. 

Es la segunda vez que visito esta zona, y desde luego no será la última, puesto que tiene mucho que ofrecer. En esta ocasión disponíamos solo de dos días. Nuestro punto de partida es la provincia de Jaén, por lo que tardamos unas dos horas en llegar en coche. Partimos temprano en la mañana dirección Granada y a las diez ya estamos en Lanjarón. Esta localidad es una de las más grandes de la Alpujarra, y se puede considerar su puerta de entrada. Destaca desde hace mucho tiempo por la calidad de su agua y por su famoso balneario. Este es lo primero que nos encontramos a la entrada del pueblo, desgraciadamente está cerrado debido a las restricciones por el Covid, por lo que solo podemos ver el edificio por fuera. 



Enfrente del balneario está la oficina de turismo, en la que nos informan de lo más destacado que ver. Hay una ruta corta que sale desde un parque situado cerca de la oficina de turismo, y que llega hasta las ruinas del castillo de Lanjarón. Nosotros vamos de paso, por lo que optamos por no hacerla, en su lugar damos un paseo por el pueblo, viendo sus numerosas fuentes y algunos lugares bastante pintorescos como la Plaza de Santa Ana o el barrio del Hondillo. Después de este paseo seguimos camino hasta nuestra siguiente parada, Soportújar. 

Soportújar es conocido como el pueblo de las brujas, y es que hay mucha temática sobre ellas a lo largo de sus calles. Su relación con el mundo de las brujas proviene de antiguo, cuando se produjo la rebelión de los moriscos en las Alpujarras y estos fueron expulsados. Felipe II mandó repoblar esta zona con cristianos viejos, provenientes del norte de España. Soportújar fue repoblado por familias gallegas, de ahí su relación con las meigas y las leyendas sobre brujas. Lo primero que encontramos antes de llegar al pueblo es la cueva del ojo de la bruja. Después, a lo largo de sus calles, hay una ruta con esculturas gigantes con temática mágica, hasta llegar al balcón del embrujo, un bonito mirador donde dos brujas preparan una poción. 




Cerca de Soportújar sale una pista forestal que nos lleva a un centro budista, O Se Ling, este centro solo abre a los visitantes por la tarde, por lo que decidimos subir  hasta Capileira, que es donde hemos reservado nuestra estancia y volver más tarde para visitarlo. 

Salimos pues desde Soportújar en dirección al barranco del Poqueira, donde se encuentran los tres pueblos más conocidos, turísticos, pero también sin duda más bonitos de la Alpujarra granadina. Son por orden de situación, de abajo hacia arriba, Pampaneira, Bubión y Capileira. 

Llegamos a Capileira y, después de localizar nuestro apartamento, damos una vuelta buscando un lugar donde comer. En la plaza cercana a la iglesia hay bastantes restaurantes con muy buena pinta, nos sentamos en una terracita y hacemos nuestra primera aproximación a la gastronomía de la zona. No podíamos dejar de pedir el famoso plato Alpujarreño. No tenemos pensado hacer grandes esfuerzos por la tarde, por lo que no nos parece mala opción, es un plato delicioso pero denso, con chorizo, morcilla, jamón, pimientos verdes y patatas a lo pobre, vamos, algo ligerito. 

Tras la comida y un paseito por el pueblo, decidimos ir a visitar O Se Ling. Para acceder al centro budista hay que tomar una pista forestal que sale enfrente de la ermita del Padre Eterno, una pequeña ermita blanca situada en la carretera un poco antes de llegar a Soportújar, si vas desde Pampaneira, o un poco después si tu dirección es desde Lanjarón. La pista va ascendiendo durante unos diez kilómetros, y aunque no es estrecha, en algunos puntos está en bastante malas condiciones. Una vez llegamos al pequeño aparcamiento que hay en el acceso del centro, vemos las vistas y entendemos por qué este lugar fue el escogido como zona de descanso y meditación. 

Al cruzar el portón de acceso encontramos unos molinillos y una gran rueda de oración. En nuestra visita, el acceso al área de recepción estaba cerrado con una cadena, por lo que iniciamos el recorrido por nuestra cuenta, es fácil, siguiendo las indicaciones del camino. Y si pensábamos que no tendríamos que andar mucho, la morcilla del plato alpujarreño nos empieza a pasar factura cuando iniciamos el sendero en ascenso que nos lleva a los diferentes símbolos y monumentos budistas. 




Durante nuestro recorrido por el centro no nos encontramos absolutamente con nadie, cierto es que había lugares restringidos al paso y que respetamos escrupulosamente las indicaciones. No deja de ser un lugar curioso, por su simbología y la paz que se respira, no nos extraña que a sus fundadores les recordara el Tíbet. 

Desde O Se Ling volvemos a Pampaneira, para visitar este pueblo con tranquilidad. Aparcamos en uno de los aparcamientos que hay a un lado de la carretera y accedemos por una de sus calles principales, donde nos encontramos con la iglesia. Desde este punto vamos callejeando, disfrutando sus bonitas callejuelas blancas, en algunas de la cuales discurre el agua por una acequia central.  Si es que hay algo inherente a esta zona es el agua, está por todas partes, en sus acequias, en sus fuentes, en cascadas, agua fresca y cristalina procedente del deshielo de las cumbres de Sierra Nevada.




En la arquitectura típica de estos pueblos destacan los terraos (tejados planos), los tinaos (techos de madera) que a veces convierten sus calles en laberintos, y sus chimeneas con sombrero. En nuestro paseo nos encontramos todos estos elementos, confiriendo al conjunto esa belleza que le ha llevado a estar en la lista de los pueblos más bonitos de España. Para disfrutar  basta con dejarse llevar siguiendo sus calles, en cualquier dirección, nosotros llegamos hasta la fuente amarga, una fuente de aguas ferruginosas situada cerca de un lavadero, en la parte baja del pueblo, después volvimos a subir hasta otro lavadero, situado en la parte alta. Además de visitar el pueblo, un imprescindible es pasarse por la tienda de la fábrica de chocolate, para darse un pequeño capricho. 

Desde Pampaneira llegamos a Bubión. Es el pueblo que más nos gustó, particularmente el conocido como barrio bajo, desde el que sale un sendero que, entre huertas y árboles, va descendiendo hasta Pampaneira. No lo recorrimos, ya  que después hubiéramos tenido que subir de nuevo hasta Bubión y no teníamos tiempo suficiente, pero la belleza de este invitaba a hacerlo. Este camino era antiguamente la principal vía de comunicación entre ambas poblaciones. Desciende suavemente entre bancales de cultivo escalonados en la ladera, salpicados por frutales y otros árboles característicos de la zona, como el castaño, el nogal, las moreras, de estas últimas quedan pocos ejemplares, testigos mudos de épocas pasadas, en las que la Alpujarra destacó por su floreciente industria de la seda. 




Tras Bubión llegamos a Capileira, lugar en el que vamos a quedarnos hoy. Cerca de nuestro apartamento hay un bonito mirador conocido como Mirador de Sierra Nevada, desde el que podemos apreciar la cumbre del Veleta. Desde allí también hay unas espectaculares vistas del Barranco del Poqueira, y de toda la ladera de bancales que hay al otro lado de este. Desde este mirador sale un bonito camino por el que damos un paseo al atardecer, hasta llegar a una pequeña caída de agua, al lado de una fuente. Durante todo el recorrido disfrutamos el bonito paisaje, el olor a hierba fresca, el sonido lejano de los cencerros de las vacas al otro lado del río, junto con el cantar de los pajarillos, es una verdadera delicia para los sentidos.  

Nuestro segundo día comienza temprano, ya que tras desayunar, vamos a tomar el camino que asciende desde Capileira hasta la Hoya del Portillo, lugar donde hay que dejar el coche y seguir ascendiendo unos tres kilómetros hasta el espectacular mirador de Puerto Molina. Desde este podemos observar la parte sur de Sierra Nevada por un lado y la contraviesa, Sierra de Lújar y el mar por el otro. Para aquellos acostumbrados a las rutas de alta montaña, a los que esta subida les parezca poco, que no era nuestro caso, tienen la opción de continuar siete kilómetros más en ascenso hasta el refugio Poqueira, e incluso desde aquí hasta la cumbre del Mulhacén. 




Tras esta rutita, volvemos a descender hacia Capileira, ya sin detenernos, y pasando Bubión, tomar la carretera en dirección Trevélez, pero antes de llegar a este haremos dos paradas más. La primera es el pueblo de Pitres, en el que haremos una breve parada para callejear un poco. Es un pueblo muy pintoresco, pero a nosotros, después de haber visitado los pueblos del Barranco del Poqueira, este no nos pareció gran cosa. 

La siguiente parada es Pórtugos, vamos a parar en la famosa Fuente Agria, una fuente de aguas ferruginosas, situada detrás de una ermita, a la salida del pueblo. Enfrente de esta ermita hay una pequeña área recreativa,  el área del Chorrerón. Desde esta parten unas escaleras que descienden hasta el Chorrerón, una pequeña cascada cuya principal belleza es su color, y es que el hierro del agua ha teñido de naranja todo a su paso. 





Después de esta parada llegamos a Trevélez, a la entrada encontramos una indicación hacia el Barrio Alto y Medio o hacia el Barrio Bajo. El Barrio Bajo es la zona donde encontramos más secaderos de jamón y restaurantes, pero la zona más bonita es el Barrio Medio. Nosotros nos dirigimos hacia allí y dejamos el coche en un aparcamiento gratuito que hay  en una plaza. Hemos reservado para comer en el restaurante La Fragua, cerca del ayuntamiento y la ermita de San Antonio, por lo que nos encaminamos hacia allí. 

Después de comer recorremos esta zona, callejeando y dejándonos llevar sin una dirección precisa. Tras este recorrido damos por finalizada nuestra ruta por la Alpujarra y volvemos a casa. Nos vamos cargados de productos de la tierra, miel de romero, chocolate de Pampaneira, Jamón de Trevélez y con las bellas imágenes que nos han acompañado en nuestro viaje.









 


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