domingo, 2 de julio de 2023

Ruta por el valle de Liébana.




El valle de Liébana es una de las zonas más aisladas de Cantabria, ya que para llegar a él hay que atravesar el bello, pero realmente estrecho, desfiladero de la Hermida. Es el desfiladero más largo de España, con 21 km, y aunque la carretera que lo atraviesa tiene categoría de nacional, ya que es la nacional Santander-León, dista mucho de serlo, podría pasar por una local, dada su estrechez, sus curvas y su falta de arcén, pero es también una de las más bellas para conducir. El desfiladero está compuesto por un conjunto de gargantas del macizo de Ándara, que forma parte de los Picos de Europa. El río Deva discurre entre sus impresionantes paredes rocosas. 

Nuestro primer destino es la localidad más importante del valle, Potes, también la más turística y la que tiene mayor infraestructura de restaurantes, hoteles y apartamentos rurales,  no por ello ha perdido su belleza, aunque si parte de su encanto rural, que mantienen otras localidades más pequeñas, es el precio de la fama. 




La visita a Potes nos llevará buena parte de la mañana,  recorriendo  sus monumentos, calles del casco histórico, puentes y paseo del río. Entre sus edificios más destacados están la Iglesia de San Vicente o la Torre del Infantado, desde cuya terraza hay un preciosa vista de todo el conjunto histórico. Destacan especialmente el Barrio del Sol y el Barrio de la Solana.




A corta distancia de Potes se encuentra  el monasterio de Santo Toribio de Liébana, famoso por ser un punto importante de peregrinación, ya que alberga la tumba de Santo Toribio y  el fragmento más grande de  la Cruz de Cristo que se conserva. Este fragmento de la Lignun Crucis atrae a cientos de peregrinos que recorren el Camino lebaniego. El monasterio cuenta con un  aparcamiento gratuito de gran capacidad, aseos exteriores y voluntarios que asisten a los peregrinos. Desde el aparcamiento hay una preciosa vista. 

Además del edificio de la iglesia, que alberga los restos de Santo Toribio y la Lignun Crucis, hay adosado un edificio posterior, que en mi opinión resta encanto al conjunto. Aunque dada la importancia que este monasterio ha tenido desde su fundación en el siglo VI, es de entender que los monjes, benedictinos en su origen y franciscanos posteriormente,  debieran ampliar el edificio para residir.

Fue en el siglo IX cuando, para protegerlo del avance de las tropas musulmanas, la Lignun Crucis es traída a este monasterio desde Astorga, donde se encontraba desde el siglo V, cuando el obispo de Astorga la trajo desde Jerusalén. Desde ese momento Santo Toribio se convierte en lugar de peregrinación, siendo año Santo cada vez que el 16 de abril, festividad de Santo Toribio, cae en domingo. 

Desde el monasterio continuamos la carretera en dirección Fuente De, aunque no vamos a llegar a este punto, ya que no tenemos planificado subir al famoso teleférico que nos izaría hasta los Picos  de Europa, nuestro destino está más cerca, a unos 10 km de Santo Toribio, y es la preciosa localidad de Mogrovejo. 




Atravesamos el pueblo con el coche para llegar al aparcamiento habilitado al final de este, desde donde hay unas vistas espectaculares del valle. Desde aquí nos deleitamos recorriendo esta pintoresca localidad,  para mi gusto una de las más bellas y mejor preservadas del valle. Destaca en la altura una torre palacio, que al ser privada solo puede observarse desde fuera, pero a la que merece la pena acercarse y rodear por la belleza del camino y las vistas del valle y del pueblo desde ella. Mogrovejo es un punto excelente para realizar rutas por los picos de Europa, una de ellas de 9 km que va recorriendo los pueblos de la zona. El pueblo cuenta con algunos alojamientos rurales, perfectamente integrados en su casco histórico, que es toda la localidad, un bar y un par de restaurantes, uno en el centro y otro, más grande en el acceso al pueblo desde la carretera. Ya sea en esta localidad o en Potes, no nos podemos ir del valle sin degustar el famoso cocido lebaniego.




Desde Mogrovejo comenzamos a desandar el camino, de vuelta al desfiladero de la hermida, pero antes de despedirnos del valle nos queda una última parada, la ermita de Santa María de Lebeña. Es sin duda un lugar mágico, por la belleza de su entorno, con los impresionantes Picos de Europa como telón de fondo y el encanto de la construcción. 




La iglesia de Santa María de Lebeña es Mozárabe y data del siglo X. Los mozárabes, eran los cristianos Hispano-visigodos, que venían huyendo de territorio musulmán.  Al entrar en este templo, lo que mas llama nuestra atención, son los arcos de herradura de la época prerrománica. La torre campanario que hay al lado se construyó en el siglo XVIII, ya que el edificio carecía de campanas para llamar a la oración a los fieles del cercano pueblo de Lebeña, del que hace la función de iglesia Parroquial. Se construyó en un edifico aparte ya que la ermita está protegida y no puede ser modificada.

Dice la leyenda que el Conde de Lebeña, como era del norte, plantó un árbol de esta zona, el Tejo, el árbol sagrado de los cántabros. Su esposa era una noble del Sur, Doña Justa, trajo un Olivo de su tierra, símbolo de la paz, e igualmente lo plantó junto al templo. Querían que los dos árboles perduraran durante mucho tiempo recordándoles, lo cual consiguieron, pues, mil años mas tarde, el templo, el Tejo y el Olivo aún están presentes. El tejo fue tumbado por un temporal en 2007, pero se consiguió salvar un esqueje que vuelve a vivir junto al templo y al olivo.

La ermita se visita de forma guiada, el horario de tarde comienza a las cuatro y cada visita tiene una duración de entre 20 minutos y media hora. El precio son dos euros y merece mucho la pena por el entusiasmo de la guía, lo ameno y divertido que  lo hace y la historia del edificio. 

Sin duda un valle para recorrer lentamente, saboreando el paisaje. 

 

 

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