sábado, 25 de septiembre de 2021

Cascais, capital del glamour portugués.


Cascais puede parecer un destino elitista y algo pijo, y en cierto modo lo es, pero no por ello está falto de encanto. En un recorrido por su centro histórico encontramos algunas joyas que merecen la pena ser visitadas. El aparcamiento es una cuestión complicada los fines de semana veraniegos, pero fuera de ellos no tendréis problema para estacionar, eso sí, pagando, ya que todo el aparcamiento en la calle cerca del centro histórico es de pago, y es aquí donde se localizan los principales atractivos de esta villa. Cascais lleva mucho tiempo siendo un destino turístico muy codiciado, ya que era el lugar escogido para el retiro estival de la nobleza portuguesa. 

Nosotros habíamos reservado un apartamento bastante cerca de esta localidad, por lo que dedicamos un par de tardes a recorrerla y disfrutar de su ambiente. El primer día aparcamos en un parking que hay justo enfrente de la policía local, en el centro histórico de la villa. Desde allí recorrimos esta zona, bastante coqueta, repleta de tiendas y restaurantes. 

Posteriormente nos dirigimos hacia la ciudadela de Cascais, que actualmente es un hotel, por lo que el acceso a su patio central es libre. La Ciudadela de Cascais es un conjunto de fortificaciones construidas entre los siglos XV y XVII para defender la costa de esta localidad y el estuario del río Tajo y para protegerse de los ataques a Lisboa. La ciudadela incorpora tres desarrollos separados, la torre de Santo António de Cascais, la Fortaleza de Nuestra Señora de la Luz (Nossa Senhora da Luz de Cascais) y el área del antiguo Palacio Real.

En el siglo XIX, el rey Luis I de Portugal ordenó la adecuación de la ciudadela para convertirla en un lugar de descanso y retiro de la familia real y la nobleza y se construyó la zona del palacio real (ahora museo).  Hasta el regicidio del rey Carlos I en 1908, la familia real pasó los meses de septiembre y octubre en Cascais. Esto llevó al crecimiento de Cascais como un lugar importante para que la gente acomodada de Lisboa pasara el verano. Desde entonces, ha sido restaurado e incorporado al diseño moderno de las áreas circundantes, proporcionando un impresionante telón de fondo para el nuevo puerto deportivo de Cascais. Se ha construido un hotel en los edificios de la Ciudadela, que ahora también alberga un Centro de Artes.

Desde la Ciudadela bajamos al puerto deportivo para dar una vuelta y cenar en uno de sus restaurantes. Después paseamos por el puerto hasta llegar a su extremo, desde donde se aprecia el faro de Santa Marta, pero al ser de noche no pudimos ver muchas más cosas. 



Al día siguiente volvimos más temprano, y lo primero que visitamos fue la Boca del Infierno, una curiosa formación rocosa donde el agua del mar golpea cuando está agitada. A nosotros no nos pareció gran cosa, quizás porque ese día el mar estaba bastante calmado. 



Después nos dirigimos de nuevo al centro de Cascais y aparcamos en el parking de la ciudadela. Desde allí fuimos hacia el cercano museo de los Condes de Castro Guimaraes. Un paseo por el Parque Marechal Carmona, que rodea el museo, permite descubrir una pequeña capilla, preciosos paneles de azulejos y un pequeño zoo. Mención aparte merece el edificio mandado edificar en 1897 por Jorge O´Neill, un aristócrata irlandés que después entró en bancarrota y hubo de venderlo al Conde de Guimaraes. Fue diseñado  por Luigi Magnini, autor de algunas de las principales obras del revivalismo neomanuelino, como el Hotel do Buçaco y la Quinta da Regaleira (Sintra). Este proyecto fue desarrollado por Francisco Vilaça, pintor y arquitecto.

 



El emplazamiento de este magnífico edificio, ubicado en una pequeña ensenada, tan cerca del agua que las olas barren la base del edificio con marea alta, resulta tan atractivo como su contenido artístico, que incluye una interesante colección de arte, opulentas piezas de mobiliario de estilo indo-portugués, vestigios arqueológicos prehistóricos y una biblioteca, en la que destacan un manuscrito iluminado de 1505 y ediciones del siglo XVII con preciosas encuadernaciones.

Cerca del museo se encuentra el faro de Santa Marta,  originalmente formaba parte del fuerte de Santa Marta, pero en la actualidad es un museo cuyo contenido retrata la vida de los antiguos fareros, la tecnología y la historia a lo largo de los tiempos. No  nos dio tiempo a visitar su interior, ya que los museos en Portugal cierran muy pronto, a las seis de la tarde. Pero había una bonita exposición fotográfica sobre faros en su exterior, y una terraza con una música increíble, en la que nos sentamos para disfrutar una Sagres, con la bonita visión del faro y el olor del mar de fondo. Sin duda una forma magnífica de rematar la jornada.





 

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