Siempre me ha apasionado el antiguo Egipto, pero no he tenido oportunidad de viajar a este fascinante país. No obstante mi fascinación no merma, alimentada por todos los mitos, películas y libros que he devorado sobre esta cultura. Por todo ello siempre llama mi atención cualquier pieza perteneciente a este periodo que tengo oportunidad de ver.
A lo largo de mis viajes por distintos paises europeos he encontrado algunas de estas piezas, la mayoría obeliscos en plazas, piezas en museos, pero también algunos templos.
Hoy quiero hablar de las que más han llamando mi atención. La primera de ellas es el templo de Debod en Madrid. Este templo fue un regalo del gobierno egipcio al gobierno español en 1968 como agradecimiento por su ayuda en el traslado de los templos nubios, el más famoso el templo de Abu Simbel. La construcción de la presa de Asuan amenazó ese templo, ya que quedaba por debajo del nivel de las aguas. Con la ayuda de algunos países entre los que estaba España, se consiguió trasladar este a una ubicación más elevada. La tarea no fue fácil ya que el templo estaba excavado en una montaña, esta se cortó literalmente y se traslado creando una montaña artificial para alojarlo. Como agradecimiento hoy podemos disfrutar del magnífico Templo de Debod situado en el parque del cuartel de la montaña, cerca de la Plaza de España en Madrid. Además de este templo, Egipto donó otros tres templos a otros países colaboradores, Dendur a Estados Unidos (Metropolitan Museum), Ellesiya a Italia (museo egipcio de Turín) y Taffa a los Países Bajos (Leiden)
Debod es especialmente bello al anochecer, por el reflejo del templo iluminado sobre el lago artificial que lo rodea. El interior del templo se puede visitar de forma gratuita aunque por motivos de conservación está limitada a 30 personas durante un tiempo máximo de 30 minutos. Tiene dos niveles y en una de las salas podemos ver una maqueta de los templos Nubios. Podéis ver más información sobre este y su interior en este enlace Templo de Debod.
Debod es especialmente bello al anochecer, por el reflejo del templo iluminado sobre el lago artificial que lo rodea. El interior del templo se puede visitar de forma gratuita aunque por motivos de conservación está limitada a 30 personas durante un tiempo máximo de 30 minutos. Tiene dos niveles y en una de las salas podemos ver una maqueta de los templos Nubios. Podéis ver más información sobre este y su interior en este enlace Templo de Debod.
En España además de este templo se pueden ver algunas piezas egipcias en museos, las más importantes en el museo arqueológico nacional.
Uno de los países con más piezas egipcias en museos es Gran Bretaña. En el British Museum hay infinidad de sarcófagos, momias, estatuas y piezas de gran interés, entre ellas la famosa piedra roseta que fue la clave para descifrar los jeroglíficos egipcios. Más allá de la polémica sobre si estas piezas deberian estar en su país de origen o si es más seguro su conservación en este museo, lo que está claro es que en una visita a Londres este museo no puede faltar.
Piedra Roseta |
Además de las piezas exhibidas en el British Museum, en Londres podemos ver también un obelisco situado a la orilla del Támesis, en la zona de Embarkment. Este obelisco forma parte de una pareja conocida como las agujas de Cleopatra. Se trataba de dos obeliscos idénticos de 21 metros de altura construidos para el faraón Tutmosis III en el siglo XV a.C. Esta pareja fue dividida, una está en Central Park en Nueva York y la otra en la capital británica. Fue un regalo hecho en el siglo XIX por el gobierno egipcio.
Si hablamos de obeliscos tenemos que fijarnos en una capital europea, Roma. En sus plazas encontramos trece obeliscos, cinco fueron construidos por los romanos y los otros ocho proceden de Egipto. Supongo que serían tomados prestados por el ejército del antiguo imperio romano cuando Egipto pasó a ser una de sus provincias. Llamó mi atención por su gran tamaño el que se encuentra en la Plaza de San Pedro del Vaticano. El origen de este obelisco no es fácil de conocer al carecer de inscripciones. Parece provenir de la antigua capital egipcia de Heliópolis, Octavio, después emperador César Augusto, ordenó su traslado a Alejandría en el año 30 antes de Cristo. Fue el emperador Calígula el que lo trasladó a Roma para adornar su circo. En 1586 el papa Sixto V ordenó su traslado a la plaza de San Pedro ya que según decía había sido testigo mudo del martirio de San Pedro que tuvo lugar cerca del antiguo circo de Calígula. El traslado e instalación fue todo un reto, imaginemos el que supuso su traslado de Egipto a Roma en la época de Calígula, aunque no creo que los romanos estuvieran faltos de mano de obra a bajo coste. Además de este, destacan también el obelisco Flaminio situado en la plaza del Pópolo y el obelisco de Letrán situado frente a la Archibasílica de San Juan de Letrán, este es el más antiguo que aún se conserva en pie y procede del templo de Amón.
Plaza San Pedro del Vaticano. |
Además de los obiliscos de sus plazas, en los museos vaticanos es también posible ver una gran colección de arte, esculturas, momias y otros objetos del Antiguo Egipto, estos sin llegar al nivel del museo Británico, forman una colección bastante impresionante.
Otra de las capitales europeas donde es posible ver obeliscos egipcios es París, destaca el de la plaza de la Concordia. Este procede del templo de Lúxor. Llegó a París en 1830 después de una polémica donación del entonces Vali de Egipto Mehemet Alí. La donación era de dos obeliscos, el segundo de los cuales no llegó a salir de Egipto y cuya donación fue revocada por François Mitterrand en 1981. El obelisco está realizado con granito rosa de Asuán y mide 23 metros de alto. Entre los motivos que lo adornan está la figura de Ramsés II haciendo una ofrenda al dios Amón-Ra. El piramidón dorado que lo corona fue recubierto de láminas de bronce y oro, añadidas en mayo de 1998. Su base original con decoración de babuinos está expuesta en el museo del Louvre.
Estas piezas son magníficos testigos de una cultura fascinante que no deja de sorprendernos y deslumbrarnos a pesar del paso del tiempo.
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